Epílogo

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La lluvia lo volvió todo más dramático. Los cuatro solos en el funeral. El mismo lugar donde meses antes habían enterrado a Michelle, donde ellas dos le ofrecían consuelo a su amiga. Una junto a la otra, las dos cazadoras descansarían en paz.

Rachel se aferró a la mano de Martin, dejando correr sus lágrimas, despidiendo a su mejor amiga. El chico la consolaba, tenía suerte de tenerle con ella. Se había arriesgado volviendo al pueblo, ambos lo habían hecho, pero ya no importaba, porque Amy la necesitaba y era lo que siempre hacían. Lo que nunca más podrían hacer.

Charles permaneció apartado del resto. Sabía que le odiaban por no haberla salvado. Y se odiaba por no haberlo hecho. Arthur le había dado más de una ocasión. La cuenta atrás. Podría haber pactado con Amy una manera de hacerlo, dejarla al borde y darle su sangre. Pero era tarde para arrepentirse, para hacer las cosas de otra forma. Se había ido para siempre y él lo haría en cuanto acabara el sepelio. No soportaría quedarse allí, aguantar las miradas acusadoras de Trish cada día, pasar por su calle, por su casa, ver su pupitre vacío... Sería demasiado para él.

Trish miraba fijamente el ataúd donde descansaba el cuerpo inerte de su amiga, deseando salir de allí a toda prisa, empezar a correr y no parar jamás. Deseaba dar marcha atrás en el tiempo, no haber conocido jamás a Arthur, haberla escuchado cuando le decía que prestara atención a los detalles. Si tan solo la hubiera escuchado...

Amanecer RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora