El otoño que empezó con calor no era ahora más que casi un prematuro invierno que se trasformaba en verano conforme las horas del día se acercaban a su punto más alto sólo para volver a convertirse en frío cuando iba cayendo el sol. Ella tenía la esperanza de que el calor durara unos días más para, al menos, poder disfrutar de aquella noche de Halloween sin cargar con un abrigo pero, visto lo visto, y según el plan que había, lo mejor sería buscarse uno que no desentonara demasiado con el disfraz que había escogido. Se le estaba cayendo el mundo encima. Ella que pensaba vestirse para matar, para hacer que a todos se les volvieran los ojos hasta quedarse bizcos intentando averiguar por las transparencias del vestido el color de su ropa interior. Aunque sólo le interesara la mirada de aquel chico que nunca, en los años que llevaban yendo al mismo instituto, le había dirigido, siquiera, una de desprecio.
Una melodía sonó ahogada y lejana. Amy buscó el teléfono por el escritorio, por encima de la cama, en el suelo... hasta que se decidió a vaciar el contenido del bolso que había llevado ese día. Bailando por el vibrador, el móvil salió casi disparado sobre el vestido que había estirado muy cuidadosamente sobre la cama.
- ¡Cambio de planes! – anunció la voz de Trish al otro lado de la línea. – Hay una fiesta en casa de Zac, ha invitado a todo el curso y, por supuesto, ahí entramos nosotras.
- Ah – musitó con fingida indiferencia mientras, en su interior, algo daba saltitos de alegría – Supongo que será mejor que ir de bares a chupar frío...
- ¿Podrías mostrar un poco de emoción? Va, Amy, sólo llevo media tarde intentando convencer a Rachel de ir a la fiesta. Di que sí, por fa, por fa, por fa – suplicó como una niña pequeña.
- No he dicho que no...
- Ni tampoco que sí – la cortó.
- Vale, sí, iremos – canturreó – pero más te vale ponerte algo que deje a Zac con la boca abierta.
- ¿Zac? Vamos, sabes que no es por él – se le escapó una risita nerviosa. – Paso a recogerte a las ocho. ¡Ah! Y puedes dejarte el abrigo, iremos en coche.
- De acuerdo.
No tardó un segundo en darse cuenta de cómo habían cambiado los planes. Tenía un presentimiento. No sabía si malo o bueno pero algo pasaría esa noche y sería algo bestial. Normalmente nunca se equivocaba con esas cosas. Aún no le había pillado el truco a la sensación pero siempre era la misma, más o menos fuerte, pero la sensación de acelerón y las cosquillas en la boca del estómago siempre presagiaban algo grande. Tal vez se estaba emocionando demasiado. Una cosa era que Zac hubiera invitado a todo el curso y otra bien distinta es que fueran todos. Haciendo cuentas mentales, le salían cerca de cien invitados, tal vez más y, por grande que fuera la casona donde vivía Zac, esos eran muchos invitados.
"No seas idiota, Amy, estará, piensa que estará... deja de ser tan negativa" – pensó y, automáticamente, dibujó una sonrisa en su boca. Miró con más entusiasmo su vestido de terciopelo rojo y encaje negro y se quedó maravillada, una vez más, del vertiginoso escote y de la sensación de semi-desnudez que le bridaban las zonas más oscuras del traje. Sonrió y, ya más resuelta, se decidió a empezar a arreglarse.
Cardarse la melena negra le llevó unas cuantas horas, pero había que reconocer que el resultado era espectacular. Enmarcó los ojos en negro dándoles mucha profundidad, parecían más grandes y, el azul intenso de su mirada, más vivo. Alargó más sus pestañas con una buena mano de máscara y se pintó los labios de rojo Valentino. Le sonrió a su reflejo y volvió al dormitorio para cambiarse.
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Amanecer Rojo
RomanceAmelia es estudiante de instituto en un pequeño pueblo, sale con sus amigas, se divierte, liga... y es la heredera de una de las pocas cazavampiros que quedan en el mundo. Todos los derechos reservados bajo registro de Safe Creative.