Capítulo 4

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-            Rachel tiene más cara de trauma que de costumbre — se burló Trish cuando Amy entró en el coche.

-            Bonito abrigo, Rache.

-            Gracias — musitó.

-            Eh, venga, rubia, suéltalo, ¿qué ha pasado?

-            Mis padres están en el hospital.

-            Ya lo sabemos — canturreó Trish — llevas toda la semana pasada diciéndolo.

-            ¿Qué tal tu madre?

-            Mejor, creo. Aunque dicen que hay tratamiento para largo.

-            Así que es eso, estás dándole vueltas a que tienes que quedarte sola en casa con los cafres de tus hermanos una temporada larga.

-            Oye, Trish, no tiene gracia, ¡su madre está enferma! — la riñó Amy.

-            Vale, sólo digo que no se coma tanto el tarro, que aproveche que está sola y haga lo que normalmente no puede... Quiero decir, ahora, sin tu madre, tienes un poco de intimidad, ¿no?

-            Déjalo, no lo entiendes — se enfadó Rachel.

-            Eh, venga — la consoló Amy. — Seguro que todo sale bien.

-            ¡Parezco su madre, joder! — gritó Rachel. — Josh ha llegado a las cuatro y Aaron se ha pasado la noche dando guerra. Son un puto desastre y encima protestan porque no les hago la comida o la cena y todo porque me niego a preparar nada que lleve carne.

-            Eres demasiado estricta en ese tema — la cortó Trish. — Además, son tíos, ¿qué esperas?

-            Por lo menos entrar en casa cuando vuelvo de clase y que mi hermano mayor se haya movido del sofá.

-            ¡Ese sólo se mueve del sofá a la nevera o a la cama! — se rió Trish. — Déjales que se recojan su mierda, cuando naden en ella no les quedará más remedio.

-            Pero es que yo también voy a nadar en su mierda.

-            Hey, Rachel, cálmate, ¿vale? Tú haz tu vida y pasa de ellos. Si quieren salir hasta tarde o no moverse del sofá, allá ellos.

-            Ojalá fuera tan fácil — musitó antes de bajarse del coche.

Los primeros exámenes del semestre hacían su aparición. Amy tenía dos aquel día, Rachel y Trish eran más afortunadas y empezarían un par de días más tarde. Estaba un tanto agobiada. Los entrenamientos con su madre se volvían más intensos y apenas le quedaba tiempo por las tardes para hacer los deberes y estudiar. Pronto tendría que tomar una decisión acerca de sus estudios y, si seguía a ese ritmo, probablemente dejaría de estudiar al acabar el instituto.

Utilizó la hora de la comida para repasar el segundo examen. Historia no se le daba bien y el profesor Hank se la tenía jurada desde que la pillara distraída con Charles en los primeros días de clase aunque, en realidad, era más porque no le había sabido contestar una pregunta tan sencilla como aquella. Bufó cuando sonó la campana. Casi podía ver ya el suspenso en el tablón de anuncios.

Para su sorpresa, el examen era más fácil de lo que esperaba, quizá aprobara, por lo bajo. Salió de la última clase algo más contenta y relajada, tenía otros dos días para repasar el siguiente examen y ese sí que se le daba bien. Literatura era, sin duda, su asignatura preferida, aún así quería prepararlo a conciencia. No tenía ni idea de lo que iba a hacer con su futuro, pero, por si acaso, era mejor tener una buena media que la respaldase.

Amanecer RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora