- Muy bien, Amy, relájate - susurró Michelle. - Respira hondo, por la nariz, y suelta el aire muy despacio, por la boca. Concéntrate en la música. Relaja los hombros... No aprietes los ojos... No pienses en nada... Vacía la mente... ¿Lo sientes? Serenidad. Paz...
Notó que su madre se sentaba junto a ella y adoptaba la misma posición, acompasando su respiración a la de Amy. La meditación era algo básico en el entrenamiento de las cazadoras. Aprender a relajarse antes de la batalla, vaciar la mente de prejuicios para poder ver con claridad. Pasado un rato, Michelle apagó la música y se dispuso a pasar a la siguiente fase del entrenamiento. Amy siempre había sido una buena chica, no se metía en líos ni peleas, y por eso sabía que le costaría clavar una estaca en el corazón de un vampiro, convencerse de que no estaban vivos. Desde que era niña le había contado la verdad acerca de los seres que cazaba, pero había omitido detalles que ahora debía revelar si quería que su hija fuera tan buena cazadora como ella. Por eso tenían que sentarse frente a frente y poner todas las cartas sobre la mesa. Por eso tenía que contarle a su hija lo que había prometido no revelar jamás.
- Aquí estamos - sonrió Amy.
- Lo que voy a contarte no es plato de buen gusto - anunció Michelle. - Quiero que seas consciente de lo que conlleva este trabajo. Nos dedicamos a proteger al ser humano de todo ser sobrenatural que constituya una amenaza para él y no tenemos más opción. Nacemos para esto. Vivimos para esto. Es un título que pasa de madres a hijas nos guste o no.
- Me sé la historia - replicó.
- Te la contaré de todos modos, no interrumpas. Algunas de mis compañeras no han pasado el testigo tal como deberían haber hecho, cada vez somos menos. Muchas de nosotras nos dedicamos tan de pleno a nuestra labor que jamás tenemos hijos a los que pasar el testigo - Amy alzó la mano, como hacía en clase cuando quería preguntar algo. - Dime.
- ¿Hay cazadores? Quiero decir...
- Por supuesto. Aunque siempre es preferible que sea una mujer, a menudo la genética juega en nuestra contra. Aún así hay que pasar el testigo al primogénito, sea varón o hembra. Rara vez una cazadora ha tenido más de un vástago y, si lo ha hecho, lo más normal ha sido que protegiera al resto de sus descendientes de esta vida. Como comprenderás, no es agradable educar a un hijo para la guerra, enseñarle a matar. Pero es nuestro deber, ya lo sabes.
- Claro - tragó saliva.
- La historia de nuestra familia se remonta varios siglos atrás y es un tostón innecesario, me limitaré a las últimas generaciones. Como sabes, tu abuela era cazadora, ella me enseñó todo lo que sabía que, por suerte, era menos de lo que yo sé. Nuestra familia viene del este de Europa, aunque mi madre residió en Francia la mayor parte de su juventud. Los motivos por los que se trasladó aquí no son relevantes para la historia. Una vez me contó que su madre había acabado con una secta como la que nos ocupa ahora, ella no llegó a ver ninguna, pero sabía de su existencia por relatos de su madre o su abuela e incluso de otras cazadoras. En la antigüedad, mucho antes de que ella naciera, esas sectas se hacían llamar "hermandades de sangre". Su función era la misma, evidentemente. La gente era menos cauta, quizá porque había menos conocimiento sobre el tema, aunque lamento decir que con tanto librito ñoño y películas similares que os hacen ver a los vampiros como los seres más adorables del universo...
>> Volvamos al tema. Cuando tu abuela fue demasiado mayor para seguir con la caza, tomé el relevo. Había estado patrullando a su lado varios años, aprendiendo a defenderme sobre el terreno. Cuando no estaba estudiando o patrullando, entrenaba. Tu abuela me apuntó a artes marciales desde niña, la meditación llegó después, cuando tuve edad suficiente de tomar mis propias decisiones. Cuando falleció, me quedé sola. No tenía a quien pedirle consejo, nadie en quien confiara totalmente, hasta que descubrí la lista de contactos de mi madre. Una serie de teléfonos y direcciones postales y de correo electrónico de algunas de las cazadoras. Entre nosotras compartimos información de todo tipo, desde técnicas de batalla hasta movimientos de nuestros enemigos. Es de vital importancia que sepas que ellas estarán ahí siempre que necesites ayuda, pero debes corresponderles. Cuando yo no pueda ayudarte o enseñarte, ellas lo harán, forma parte de nuestro trabajo, como si fuéramos una familia, ¿me sigues?
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Amanecer Rojo
RomanceAmelia es estudiante de instituto en un pequeño pueblo, sale con sus amigas, se divierte, liga... y es la heredera de una de las pocas cazavampiros que quedan en el mundo. Todos los derechos reservados bajo registro de Safe Creative.