CAPÍTULO XXIV

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Decidí pasar la noche en el hospital para no dejar solo a Aidan.

Seguía sentada a lado de la camilla aun tomando su mano.

No quería soltara siendo sincera.

Cerré los ojos con cansancio, eran aproximadamente las 2:00 de la mañana, me despertaba cada cierto tiempo para asegurarme de que todo estuviera bien con el chico que se posaba a mi lado.

- Deberías dormir, yo estoy bien - escuche la voz de Aidan en un susurro.

Abrí los ojos y levante la vista a esos hermosos ojos verdes, desde que me llegamos al hospital en ningún momento despertó.

Miraba con tristeza el brillo que adueñaba sus ojos.

Con solo pensar que en algún momento los dejaría de ver me destrozaba.

- Solo te cuido Gallagher - respondí sonriente.

- ¿Ya les dijo el doctor que tengo?

Esa pregunta hizo que todo mi cuerpo se tensara.

- Todavía no - mentí.

Tal vez hice mal, pero yo no soy la indicada para decirle al chico que amo que puede que en unos meses el ya no siga a mi lado.

- ¿Y mis padres? - volvió a preguntar.

- Se fueron a tu casa por unas cosas, yo me ofrecí a cuidarte.

Se acercó a mí y cuando nuestros labios estaban a centímetros de distancia se detuvo.

- Hay algo de ti que me resulta adictivo Ayers - susurro contra mis labios.

- ¿Qué cosa Gallagher?

- Quizás sea tu sonrisa, tu mirada, tus labios, o todo junto - susurro lentamente.

Me puse nerviosa y él lo noto porque me dedico una risa torcida mirándome fijamente a los ojos.

- Nunca imagine que me dijeras cosas lindas en un hospital- solté una risa, tal vez arruine el momento, pero a él no le importo.

- Me encanta sorprender a mi chica.

Tome su cara con mis manos y lo atraje hacia mi hasta que sus labios tocaron los míos.

Quería olvidarme de la noticia que nos había dicho el doctor horas antes.

Nos separamos y lo mire a los ojos con tristeza, no sabía que decir y solo lo abrace para quedarme profundamente dormida, mientras él me hacía cariñitos en el cabello.

******

Observaba como mis manos se movían nerviosamente apoyadas en mis rodillas esperando en aquella horrible sala de espera.

De reojo vi como alguien se acercaba a mí y alce la mirada contemplando a la mamá de Aidan acercándose lentamente hacia a mí.

- ¿Ya le dijeron? - fue lo único que pude decir una vez que tomo asiento a lado de mí.

- Si, pidió que le diéramos unos minutos a solas - respondió sin mirarme, y su tono de voz era casi inaudible.

Nos quedamos en silencio mientras las voces de las enfermeras, pacientes o visitantes se oían por toda la sala de espera.

- ¿Por qué él? - dije rompiendo el silencio.

Ella bajo la mirada pensativa y tras unos segundos de no recibir respuesta me arrepentí por haber hecho tan estúpida  pregunta.

- Esa es una pregunta que yo tampoco he podido responder.

No dije nada, solo me mantuve en silencio mirando aquel piso limpio y frio.

Tenía tantos planes a futuro que los quería compartir con Aidan, pero el destino me tenía preparado otros.

El destino podía ser una mierda a veces ¿cierto?

- Mejor ve a casa y date un baño, te servirá - propuso tomando un mechón de mi cabello y llevándolo atrás de mí oreja.

- No quiero dejar solo a...

- Él lo entenderá cariño - me interrumpió sonriendo tiernamente.

Asentí y me puse de pie y antes de salir le dio un último vistazo a ese largo pasillo.

Tendría que mantenerme fuerte para apoyar a Aidan.

Quería pasar la mayoría de tiempo que me quedaba con él, no podía perder ni un solo segundo.

Mientras caminaba a casa, mi mente solo podía pensar en que cosas hacer para que los últimos meses de Aidan fueran inolvidables.

Me dolió el pecho al decir esas últimas palabras.

No estaba lista para decirle Adiós y creo que jamás lo estaría.

******

Hasta aquí el CAPITULO XXIV

Nos vemos en el CAPITULO XXV

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