EL PRIMER AÑO

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Aidan Gallagher

- Mi pequeña Isabella – chille con emoción cargándola entre mis brazos.

Baje con ella hasta la sala principal, donde se encontraba mi bella esposa, cargando con ambas manos un pastel pequeño, se acercó a nosotros y cuando estuvo enfrente solo miro con ternura a nuestra hija.

- Mi bella Isabella cumple un año – sostuvo el pastel con una sola mano, mientras que con la otra toco la punta de la nariz de la bebe, haciendo que ella soltara una risita – feliz cumpleaños pequeña.

Me quede en silencio viendo aquella escena, _____ jugando con Isabella, mientras ella se reía y veía con emoción a su madre.

Las dos mujeres más importantes y especiales de mi vida, estaban enfrente de mí. No pude haber pedido un mejor destino que este. _____, Isabella y yo, éramos una familia pequeña, pero feliz.

Recuerdo lo insegura que se sentía _____ los primeros meses de Isabella.

Tenía miedo de tocarla, porque según ella la rompería, porque era muy delicada.

Poco a poco fue perdiendo el miedo, siempre yo junto a ella.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, no resistí y hable.

- El destino si nos quería juntos.

_____ levanto la mirada y sus ojos conectaron con los míos.

- Si, nos quería juntos – reafirmo con tranquilidad – te tengo una sorpresa.

Arquee las cejas, ____ dio media vuelta y empezó a caminar en dirección a la cocina, confundido la seguí.

Cuando entramos por completo, senté a Isabella en su pequeña silla junto a la mesa.

Me incorpore y voltee a ver a mi esposa, quien sostenía un plato de mi postre favorito.

Tortitas de chocolate.

- Nana me explico la receta hace mucho – explico, cuando no emití ningún sonido.

Una sonrisa de nostalgia se deslizo poco a poco por mi rostro.

Gregoria había fallecido el año pasado y con suerte tuvo tiempo de conocer a Isabella.

_____ se deprimió mucho por su muerte, era como su abuela, la persona que la había cuidado desde niña. Perderla y tener que decirle adiós, fue lo más difícil que pudo hacer.

Por mi parte, también era muy difícil, ir a la casa de mis suegros y no ver a Nana, solo hacía que el corazón se me encogiera. Ella había sido parte de mi infancia y me había encariñe mucho con ella.

_____ no se dejó caer por completo, ella sabía que tenía que ser fuerte por Isabella y eso es lo que me hizo sentir más orgulloso de mi esposa.

Recorrí la mesa hasta llegar a ella, cuando estuve a un palmo de distancia, note sus ojos cristalizados y la punta de su nariz, roja.

No resistí el impulso, la abrase por encima de los hombros y ella por instinto rodeo sus brazos en mi torso, hundió la cabeza en mi pecho y a los pocos segundos sentí mi camiseta mojada.

Minutos después hable:

- Isa tiene que probarlas – sonreí, al tiempo que tomaba el plato de tortitas.

Ella se separó de mí, limpio con el dorso de su mano las lágrimas y se centró en la bebe.

- Probaras el postre favorito de tu padre – hablo con seguridad acercándose a ella, como si no hubiera llorado hace unos segundos.

Eso lo había heredado de su madre, la señora Ana tenía esa capacidad, cambiaba muy rápido de emociones. Podía estar llorando y en cuestión de minutos la veías sonriendo, sin dejar rastro la emoción anterior.

*******

Me acosté en la cama y me cubrí hasta la cadera con las franelas.

_____ Dejo de revisar a nuestra hija y se acercó a la cama, se acostó y me dio la espalda.

Me acomode mejor y pase mi brazo alrededor de su cintura, atrayéndola hacia mi cuerpo.

- Gracias – murmure a centímetros de su oído.

Se giró dándome la cara, sus ojos atraparon los míos y una expresión de confusión adornando su rostro.

- ¿Por qué? – pregunto con una risa oculta.

- Por ser mi mejor amiga – confesé con sinceridad.

Soltó una pequeña risa antes de volver a hablar.

- No tienes que agradecer, en esta vida y en las siguientes te seguiría escogiendo a ti, porque tú me salvaste, Aidan.

Su respuesta me tomo por sorpresa, estaba a punto de hablar cuando ella se adelantó.

- Cuando estaba en mis peores momentos, tú llegabas con cualquier locura haciéndome reír y olvidarme de todo, porque cuando estaba contigo solo éramos tú y yo, no importaba nada más. Y sigue sin importarte, porque lo unció que vale la pena, está en esta habitación.

Mi vista viajo a la cuna de mi hija, sonreí y volví a concentrarme en mi esposa.

- No pude haber pedido un mejor destino, porque no me imagino uno donde no estés tú – finalizo con una sonrisa.

- Tú eres mi Evangeline en la tierra.

- Evangeline es una estrella, yo no.

- La única diferencia es que tú brillas abajo, y ella brilla arriba – hable, mis ojos nunca abandonando los suyos – y estoy tan enamorado de ti, como lo estaba Ray. Mi bella Evangeline.

Una lágrima broto de sus ojos, paso una pierna alrededor de mi cintura y se levantó, quedando a horcajadas sobre mí.

Tomo mi rostro entre sus manos y se inclinó. Yo cerré los ojos con ansias, esperando su tacto que nunca llego y abrí de nueva cuenta los ojos.

Su cara a un palmo de distancia de la mía, sus ojos mirándome directamente y una sonrisa tan hermosa, adornado su rostro.

- Gracias a ti, por ser mi luz en la oscuridad y gracias por llegar a mi vida – hable, mi voz empezándose a cortar.

- Solo fue una coincidencia – soltó una risa y antes de replicar, siguió – pero fue una hermosa coincidencia.

- Al fin lo aceptas – tome con mayor fuerza su cintura.

- Siempre lo supe, solo me gustaba que tú lo dijeras – confeso con una sonrisa.

Estaba por hablar, cuando atrapo mis labios con los suyos, mis palabras quedando en mi garganta.

Un beso lento y romántico, y en ese instante un recuerdo atravesó por mi mente.

Nuestro primer beso.

Me sentía igual que hace años, atraído y enamorado de mi mejor amiga, de la chica que conocí a los nueve años, al entrar a su salón de clases.

Y siempre seria así.

******

¿Qué tal este extra?

Pongan más ideas para los siguientes extras.

Vallan a leer el nuevo fanfic que estoy escribiendo, igual es de Aidan.

Las amo chikas.

Con amor, Esme. 

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