IV

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-¿Sabías que el exceso de alcohol es dañino para la salud? – Era la primera vez que preguntaba algo de forma tan directa. Que lo veía con el ceño fruncido o que, la habitación estaba iluminada con algo más que los rayos curiosos de la luna. Intentó responderle, sin embargo, Claire se encontró con que estaba inmóvil sobre una silla acolchada, sus manos atadas en su espalda y una venda que le impedía hablar.

Se removió, inquieta. Nerviosa. Sintiendo que las cuerdas que unían sus muñecas la estaban quemando. Balbuceó palabras incoherente. Lo observó sonreír, de forma ladina. Con malicia, mientras se acercaba hasta ella y se arrodillaba hasta quedar a la altura de sus ojos.

 He pensado mucho en ti. – La ronquedad de su voz la hizo humedecer. ¿Por qué estaba teniendo está clase de sueños? Parecían tan reales, sentía la humedad incrementar.

Cerró los ojos. Sintiendo que de esa forma podría despertar, porque sabía que era un sueño, lo sabía y eso la perturbaba aún más.

Balbuceó nuevamente. Implorando con su mirada que le quitara esa mordaza que comenzaba a lastimar su boca.

 Hagamos algo diferente. – Espetó. Parecía molesto. ¿Por qué estaba molesto en su sueño? Lo detalló. Por primera vez, viendo su cuerpo sin camisa, absorbiendo los tatuajes que adornaban su torso, el vello afeitado que comenzaba a crecer en su pecho. Su mirada siguió ascendiendo, deleitándose con ese cuello ancho que lo adornaba una cadena, una placa de identificación. Entrecerró los ojos. Confundida. Respirando con rapidez.

Él se alejó. Retrocediendo para que lo viera mejor. Sabía que lo estaba detallando.

 Tu cuerpo es jodidamente sexy. – Pronunció. Arrastrando cada palabra con lentitud. Claire entonces se miró. Estaba desnuda, ante él. Sintiéndose vulnerable.

Negó con la cabeza. Convenciéndose que, aunque se sintiera real, no lo era.

Exhaló.

Enfocando sus ojos nuevamente a su cuerpo, sonriendo al ver su cuello, mordiendo sus labios al observar su rostro varonil, esa barba arreglada que escondían sus labios, su nariz respingada, su cabello lacio, sus ojos azules que la taladraban, oscurecidos por la excitación que se marcaba dentro de sus pantalones.

Se relamió los labios.

De pronto sentía mucho calor. Intentó apretar sus piernas, intentando calmar el palpito descontrolado del centro de sus piernas, comenzaba a doler.

Él se acercó.

 Te quiero follar de formas no imaginadas. – Gimió al escucharlo. Volvió a arrodillarse, llegando de nuevo a su altura. Esta vez, colocó una de sus manos sobre su rodilla, separándolas.  ¿Me deseas? – Preguntó. La saliva de Claire pesaba, era pastosa, difícil de tragar ahora que sentía la calidez de su mano apretar su rodilla.

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