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El frío que absorbió mi mano hizo que despertara. Derek no estaba, giré mi cabeza para ver la hora del reloj, eran pasadas las 7 de la mañana. Demasiado temprano para que no estuviera en la cama. Intenté concentrarme en algún sonido, pero incluso cuando agudicé mis oídos, no escuché absolutamente nada.

¿Dónde estaba?

Cogí el celular de la mesita de noche y marqué su número.

Un repique, dos, tres. Nada.

Le envié un WhatsApp: Cariño?? Dónde estás??

Recibido. Estaba en línea. Suspiré. No entendía porque se había ido tan temprano. Me levanté lo más rápido de la cama y busqué en la casa algún tipo de explicación. El celular sonó, corrí para cogerlo del mesón de la cocina. Era él.

Hoy tenía una reunión con el rector, cariño.

¿A las 8 en The Capital grille?

Sonreí. Si me estaba invitando a cenar en uno de los restaurantes que más me gustaba, eso significaba que lo habían, tal vez, ascendido en la universidad.

Nos vemos allí, amor.

Lo leyó, pero no recibí respuesta. Aceleré mi marcha, iba demasiado tarde. Sentí alivio al recibir su respuesta.

A mitad de camino el pensamiento del sueño de anoche caló hondo en mi mente, las sensaciones las tenía a flor de piel todavía.

Nunca había tenido sueños tan vívidos, inexplicablemente todavía podía sentir los besos, las caricias, el calor esparciéndose por mi cuerpo.

Negué severamente con la cabeza, tenía que enfocarme en el camino.

— ¡Claire! – Gritó Carl. Me timbré al escuchar la euforia escondida en su voz. Lo miré interrogante, había llegado 15 minutos tarde. Pensé por un segundo que me iba a amonestar, sin embargo, observé la emoción celada en su mirada.

— ¿Qué sucede? – Cuestioné al pararme frente a su puerta. Me hizo señas para que entrara. Caminamos con prisa, bueno, él me instó a caminar con rapidez.

— He conseguido un posible cliente. – Sonreí automáticamente. Moví mis manos con frenesí, suplicándole que me contará todo con detalles. Me senté frente a él, emocionada por la grata sorpresa que me había contado. — ¿Adivina quién? – Bufé. Odiaba sus juegos, tenía demasiada ansiedad, además, no se venía ningún nombre a mi cabeza.

— ¡Carl! – Me quejé. — ¡Por favor! – Supliqué. El humor invadió su rostro, estaba emocionado y la verdad es que estaba siendo bastante contagioso.

— Anoche estuve bastante deprimido luego de la reunión con los convocadores para la nueva feria del libro en Nueva York, - rodé los ojos. Alargaría la historia con cada detalle mínimo para hacerme sufrir. — pero entonces, adivina, – volvió a comentar. Burlón. Pero lo señalé con rapidez, con mi dedo índice. — ¡vale, vale! – carcajeó. — me quedé después en el bar, tomando algo para ver si la mente se iluminaba, por eso no respondí tu mensaje, no tenía nada positivo que decirte, pero entonces, la vida se iluminó.

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