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No sé cuando fue la última vez que estuve tan ansiosa en mi vida

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No sé cuando fue la última vez que estuve tan ansiosa en mi vida. Debería sentirme triste, acongojada. Pero no era el caso. Mis pensamientos solo se dirigían al próximo encuentro que tendría con Erwin. En unas horas que parecían estar contra mi estabilidad mental.

Lo odiaba, detestaba haber sido engañada de esa forma por él, sin embargo, mis manos picaban por tocarlo, mis ojos ardían por el deseo de ver nuevamente su cuerpo desnudo aferrándose al mío para llevarme a la cúspide del placer que me había hecho conocer.

Pero no podía, pensarlo me daba asco.

Pensarlo me hacía ahogarme en el miedo de no poder controlar mis impulsos salvajes.

Negué de nuevo. Suspirando al saber que era una mujer soltera que había sido abandonada antes de abandonar al hombre que ya no me generaba el placer que ansiaba tener a mi lado.

Y no hablo solo de placer carnal, eso lo puedo conseguir junto a mi vibrador, hablo del placer de compartir la puta existencia con alguien.

Sin embargo, me sorprendió cuando el martes por la noche Derek llegó a la casa y me dijo que estábamos en caminos diferentes, y que lo mejor era que dejáramos la relación. No pude decirle nada, dentro de mí estaba una loca eufórica burlándose de lo patética que había sido al darle largas a una decisión que él no dudo en efectuar. Tanto pensar en dejarlo y terminé siendo dejada sin miramientos.

Un revés que no me esperé.

Intenté sentirme triste después que hizo su maleta y se marchó con un escueto "gracias por todo". Pero no pasó, y me sentí como una zorra al sentirme tan muerta por el rompimiento de una relación que había dado varias vueltas al Sol. Entonces en mitad de la noche, cuando estuve sola con mi almohada, y el lado derecho no estaba cálido, me di cuenta que realmente se había ido, y que no estaba triste por él sino porque la situación con Erwin era una completa mierda.

Tenía un bucle sinfín en mi pecho, una voz que me exclamaba que lo perdonará, que hablará con él y le dijera que quería seguir comiéndomelo, y ser devorada una y otra vez por su experticia, empero, también estaba esa voz que me decía sin tregua, y con bastante carácter que Erwin había sido un egoísta. Había usado la habilidad que tenía para follarme, sin pensar en que me sentiría como la víctima de una violación.

Y es que joder, había tenido sexo de una forma extraña con un hombre que no conocía, alguien que había usado una estrategia en donde no habría habido forma de librarme.

Suspiré esa noche hasta quedarme dormida. Sintiéndome extraña al despertar, dándome cuenta que no había soñado con él.

De pronto la incoherencia me devoraba. Quería verlo, de la misma forma en la que quería que estuviera lejos.

Espabile al escuchar el teléfono con fuerza.

— ¿Aló? – Bufé. – Es increíble que no vengas. – Espeté. — No me importa, deberías estar aquí. Es tu cliente, no el mío. ¡Joder, Carl! – Colgué sin esperar su barata excusa. Ahora tendría que ver a Erwin Oz sola. Esperaba que el perro de Carl muriera de la misma forma en la que estaba muriendo en esos momentos, parada frente a mi escritorio, tragando lentamente, orándole a todo lo existente que no me hiciera desfallecer. El repentino sonido del teléfono de nuevo me hizo respingar. De alguna forma supe que no era Carl, sino Angie, avisándome que el hombre de mis pesadillas había llegado.

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