Definitivamente ser perseguida por, al menos, un vampiro demente se había vuelto una tradición. Solo que en este caso eran dos, y una era mí propia hermana.
Sin embargo, esto no era lo único que me mantenía despierta por la noche. La enemistad de lo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ateara: Y está es la historia del sacrificio de la tercera esposa. Muchos años después de que Taha Aki abandonara su espíritu lobo, cuando había alcanzado la edad provecta, estallaron problemas en el norte con los makah a causa de la desaparición de varias jóvenes de su tribu. Los makah culpaban de ello a los lobos vecinos, a los que temían y de los que desconfiaban. Los hombres lobo podían acceder al pensamiento de los demás mientras estaban en forma lupina, del mismo modo que sus ancestros cuando adquiría su forma de espíritu, por lo que sabían que ninguno de ellos estaba involucrado. Taha Aki intento tranquilizar al jefe de los makah, pero había demasiado miedo. Él no quería arriesgarse a una lucha, pues ya no era un guerrero en condiciones de llevar a la tribu al combate.
Y otra vez me sumergí por completo en la historia, prestándole atención a cada detalle. Por lo que nuevamente cerré los ojos para concentrarme.
»Por eso encomendó a su hijo lobo Taha Wi, el mayor, la tarea de descubrir al verdadero culpable antes de que se desataran las hostilidades. Taha Wi emprendió una búsqueda por las montañas con cinco lobos de su manada en pos de cualquier evidencia de las desaparecidas. Hallaron algo totalmente novedoso: un extraño olor dulzón en el bosque que les quemaba la nariz hasta el punto de hacerles daño. No conocían a ninguna criatura que dejara semejante hedor, pero lo rastrearon igualmente.
La voz del Viejo Quil era temblorosa y no tenía la misma majestuosidad que la de Billy, pero si un extraño tono afilado, urgente, feroz. Mi pulso de aceleraba a medida que hablaba, su voz me hacía sentir parte de aquella historia.
Ateara: Encontraron débiles vestigios de fragancia u sangre humana a lo alegó del rastro. Estaban convencidos de que seguían al enemigo adecuado. El viaje los llevo tan al norte que Taha Wi envío de vuelta al puerto a la mitad de la manada, a los más jóvenes para informar a Taha Aki. Taha Wi y sus dos hermanos nunca regresaron. Los más jóvenes buscaron a sus hermanos mayores, pero solo ataron silencio. Taha Aki lloró a sus hijos y quiso vengar su muerte, pero ya era un anciano. Vistió sus ropas de duelo y acudió en busca del jefe de los makah para contarle lo acaecido. El jefe de los makah creyó en su la sinceridad de su dolor y desaparecieron las tensiones entre las tribus.
»Un año más tarde desaparecieron de sus casas dos jóvenes doncellas makah en la misma noche. Los makah llamaron a los lobos quileutes rápidamente, que descubrieron el mismo olor dulzón por todo el pueblo. Los lobos salieron de caza de nuevo. Aunque solo uno regresó. Era Yaha Uta, el hijo mayor de la tercera esposa de Taha Aki, y el más joven de la manada. Se trajo con él algo que los quileutes jamás habían visto antes: un extraño cadáver pétreo y frío despedazado. Todos los que tenían la sangre de Taha Aki, incluso aquellos que nunca se habían transformado en lobos, aspiraron el olor penetrante de la criatura muerta. Este era el enemigo de los makah.
»Yaha Uta contó su aventura: sus hermanos y él encontraron a la criatura con apariencia de un hombre, pero duro como el granito, con las dos chicas makah. Una ya estaba muerta en el suelo, pálida y desangrada. La otra estaba en los brazos de la criatura, que mantenía la boca pegada a su garganta. Quizá aún vivía cuando llegaron a la espantosa escena, pero aquel ser rápidamente le partió el cuello y tiró el cuerpo sin vida al suelo mientras ellos se aproximaban. Tenía los labios blancos cubiertos de sangre y los ojos le brillaban rojos.