Leyendas.

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Paul: ¿Te vas a comer ese hot dog?

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Paul: ¿Te vas a comer ese hot dog?

Paul tenía la mirada fija en el último bocado de la gran montaña de comida que habían ingerido los lobos. Jake sinolemte se echó hacia atrás, apoyo la espalda en mis rodillas y jugueteó con la salchicha ensartada en un gancho de alambre estirado. Las llamas del borde de la hoguera lamian la piel llena de ampollas de la salchicha. Lanzo un suspiro y se palmeó el estómago. Ya no me sorprendía el echo de que su estómago se viera plano a pesar de haber comido una bolsa extra grande de papas fritas, la incontable cantidad de hot dogs, de los cuales perdí la cuenta después del décimo, y la botella de dos litros de cerveza sin alcohol.

Jake: Supongo; tengo el estómago tan lleno que estoy a punto de vomitar, pero creo que podré tragármelo. Sin embargo, no lo voy a disfrutar.

Me dio gracia la expresión de Paul, a pesar de que él había comido tanto como Jake, parecía que iba a tirarse sobre él solo por esa salchicha. Sara, que estaba a mi lado, se estaba terminando una hamburguesa grande, estaba demasiado concentrada tragando como para divertirse con la discusión de estos dos.

Jake: Tranquilo, no me pongas esa cara. Era broma, allá va.

Simplemente lanzó la brocheta casera a través del círculo de la fogata. No sé porque me sorprendió que Paul consiguiera atrapar la brocheta por el lado correcto, estaba rodeada de gente sobrenaturalmente hábil.

Paul: Gracias, amigo.

En menos de dos segundos a Paul se le había pasado su amago de ataque de mal humor.

El fuego chasqueó y la leña se hundió un poco más sobre la arena. Las chispas saltaron en una repentina explosión brillante color naranja contra el cielo oscuro. Qué cosa más divertida, ni siquiera había notado que se había puesto el sol. Ni siquiera me preocupe por la hora, solo disfrutaba de la sensación alegre y familiar.
Estar en compañia de mis amigos. Aunque al principio tenía mis dudas, después de todo estaba en buenos términos con Sam, pero no veía a los demás desde hace mucho.

Aunque todas esas preocupaciones se fueron en cuanto nos acercamos al punto de encuentro, en lo alto de la colina, dónde el fuego chsporroteaba más brillante que el cielo oscurecido por las nubes, todo se dio de forma natural y alegre.

Embry: ¡Hola, chica vampira!

Embry me saludaba a gritos y Quil dio un salto para chocar los cinco conmigo y besarme la mejilla. Emily me dio un fuerte apretón de manos y una sonrisa cuando me senté al lado de Sam y de ella en el frío suelo de piedra. Aparte de algunas quejas en broma, la mayoría por parte de Paul, sobre que no me pusiera a favor del viento para no inundar todo con la peste a vampiro, nos trataron a Sara y a mi como quien acude a donde pertenece.

No sólo asistían los chicos. Billy también estaba allí, con la silla de ruedas situada en lo que parecía ser el lugar principal del círculo. A su lado, en un asiento plegable, se hallaba el Viejo Quil, el abuelo de Quil, un anciano de aspecto frágil y cabello blanco. Sue Clearwater, la viuda del amigo de papá, Harry, se sentó en una silla al otro lado; sus dos hijos, Leah y Seth, también se encontraban allí, acomodados en el suelo como todos los demás. Me daba la impresión de que ella había ocupado el lugar de su esposo en el consejo por la manera en que Billy y el Viejo Quil le hablaban. Eso probablemente también significaba que estaban enterados del secreto. Me preguntaba si sus hijos se habían convertido en parte de la manada.

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