◆parte ⒓◆

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***Llanto***

Cuando era niño, lo que yo hacía no importaba, todo giraba en torno a Dudley, y si era mejor que él era castigado. Viví con personas crueles, que se regodeaban de mi sufrimiento, personas que se reían de mis desgracias.

Aprendí, que el mundo era un hipócrita, que no tenían compasión, y los que la tenían preferían girar la cabeza e ignorar lo que al otro le estaba sucediendo, muy pocas personas ayudaban.

Unos dos años antes de lo que sucedió con Vernon, yo me había dado cuenta que si quería sobrevivir a aquel mundo cruel, tenía que aprender a fingir máscaras, tenía que ser lo que todos esperaban.

En la escuela me volví un niño dulce con malas nota, ropa desgastada, y pocos útiles, pero amable muy amable. En casa, me volví un niño serio, callado y obediente. En lugares públicos era un simple niño pobre. Cuando salía con los Dursley era un hijo desobediente y mal educado, todo lo contrario a Dudley.

Cuando sucedió lo de vernon me di cuenta que lo que hacía no era suficiente, que si quería seguir sobreviviendo tenía que poner más de mi parte.

Del niño amable y dulce, le agrega el inocente e intimidado, así me gane la mayoría de las protecciones de los profesores, que me cuidaban de la pandilla de Dudley cerca de la escuela. En casa, del niño serio pase a ser el inocente y dulce chico, que también era callado y obediente. En lugares públicos me convertí en un niño maltratado y sin comida, así me gane algo de dinero de las personas que me veían con lastima. Cuando salía con los Dursley me convertí en un niño obediente, educado y tímido, y les agrade más que Dudley, razón por la que me daban más galletas, o me regalaban algo de dinero para comprarme algo que me guste, según sus palabras.

Aprendí a sobrevivir, y encerré el dolor en lo más profundo de mí. La única persona a la que decidí contarle o mandarle señales de lo que sucedía en casa fue la profesora Morringstone, una mujer amable y compasiva, que murió al poco tiempo, sin poder ayudarme.

Cuando conocí el mundo mágico, gracias a Shadow, mi primera mascota, una pequeña víbora. Supe que era mejor que ellos, que debían respetarme, pero no lo harían.

Cuando quise defenderme de Vernon con magia, hubo tanto miedo en mí que se reprimió de tal forma que no podía usarla, no podía usar todo ese poder que tenía. Pude usarlo con otras personas, como Dudley y su pandilla, para encantar aún más a los profesores, o cuando me cachaban robando algo para comer, pero nunca con Vernon Dursley. Mi mente, la mente de un niño roto, se aterraba por el simple hecho de aquel hombre, y no dejaba reaccionar aquella parte de mi cerebro que me ayudaba a controlar mi poder.

Cuando entre a Hogwarts, note al instante, que Hagrid hablaba muy mal de los Slytherin, que cuando conocí a Draco, me advirtió sobre él y sus padres mortifagos. Cuando iba en el tren note el horror de Ron Weasley por la casa, y el repudio que muchos le tenían.

Lo supe al instante, los niños y niñas de aquella casa estaban rotos como el, no por las mismas razones, pero todos tenían sus problemas.

Decidí ir a Slytherin porque me identificaba con aquella casa. Cuando el sombrero me hizo elegir entre los leones y las serpientes, yo mire ambas mesas. Los leones tan alegres, con sus familias amorosas, y con tanta felicidad que rebosaban de ella. Luego las serpientes, tan serias y calladas, todas de postura recta, fingiendo ser personas mayores, todas aristocráticas y maduras... aquello no se lograba con simples lecciones. Todos lo que ellos reflejaban, lo lograron a bases de tortura y llanto, muy pocos tuvieron realmente una infancia feliz. Por eso me fui con ellos, ellos... aquellos niños que parecían tener palos en el culo, iban a ser mi familia, personas con quien en un futuro me identificaría.

Arrogantemente RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora