29. Camino a casa

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Fui la última en terminar de guardar las cosas. Las chicas me miraron un momento volteándose hacia mí pero yo solo hice ademán de que podían irse.

Toda aquella hora me había preparado mentalmente para poder tener esa conversación con Jools.

Terrence insistió en que podía esperarme, él conducía hoy, pero la verdad me negué a eso, quería caminar un rato, necesitaba tomar aire.

—¿Te encuentras bien?

Su voz no me tomó por sorpresa. Me colgué la mochila en los hombros y volteé a él sin esperar a que estuviese tan cerca.

—No muy bien —me sinceré—. ¿Fanie está enojada? —pregunté enredando mis dedos.

Él negó con la cabeza, apoyándose en la mesa que estaba tras de mí. Sus brazos se flexionaron bajo la tela de su chaqueta oscura de mezclilla.

El rostro se me comenzó a calentarse porque sus ojos se sentían intensos sobre mí, como si me mirase de verdad.

—Contigo no, Haven —aclaró, y su voz ronca sin ese tono burlón con el que siempre me habla sonó como una caricia—. Pero se siente culpable por haber gritado a los cuatro vientos algo privado.

Yo asentí, aliviada por lo dicho y nerviosa por quien lo dijo. Era algo que me estaba preocupando, y más al notar que Fanie ni me miraba durante toda la clase.

—Seguro vendrá con algún regalo o algo extravagante a pedirte de rodillas perdón —aseguró tratando de quitarle peso al asunto.

Seguramente tenía razón. Fanie era demasiado detallista. Recuerdo cuando estuve enferma, fue ella que pensó en traerme chocolate.

Asentí, algo incómoda sin saber qué más decir. Desvié los ojos hacia mis manos y finalmente tomé aire.

—Bien, supongo que ya me vo...

—Espera —cuando hice ademán de voltearme para salir de la sala, Jools me tomó por la mano rápidamente para retenerme.

Observé cómo sus dedos —grandes a comparación de los míos— me sostenían con suavidad. Enseguida me soltó.

—Si... si alguien te molesta o algo me lo puedes decir.

Vaya.

—Claro, solamente Jools Lindsie puede molestarme —respondí a lo que él se encogió de hombros—. Lo tendré en cuenta, aunque creo poder defenderme sola.

Él enarcó una ceja y se cruzó de brazos.

—Tú solo ignoras hasta que explotas —indicó negando con la cabeza—. Tremendo estrés debes tener acumulado en alguna vena.

—Sí —asentí—. Le puse Lindsie, en honor a su creador.

Pareció que le hizo un poco de gracia, porque sonrió divertido sin dejar de mirarme.

Jools era un chico guapo. Ojos almendrados, cejas espesas. Su nariz recta y luego bajé mis ojos a sus labios que poco a poco dejaron de sonreír.

Volví a sus ojos rápidamente como si fuese un pecado mirarlo y el corazón se me aceleró cuando vi que su mirada estaba posada en mis labios.

Automáticamente pasé mi lengua por ellos y tragué duro, apartando los ojos.

—Tengo que irme —murmuré dándole la espalda y comenzando a caminar rápidamente.

Salí del aula sin esperar reacción alguna. Avancé a través de los pasillos. Aún habían algunos estudiantes rondando por ahí.

El exterior me recibió con un golpe de frío. Saqué enseguida mi gorro y lo acomodé sobre mi cabello. La bufanda que traía puesta le hacía conjunto. Un regalo de la abuela que me hizo hace un par de años.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora