62. Prefiero

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—¿Cómo es que no te das cuenta de nada? —pregunté asomándome por la orilla de la cama.

Jools estaba en el suelo, con el pecho descubierto y las piernas también. Solo tenía unos bóxers y los calcetines puestos.

Me miró con los ojos entrecerrados y el cabello completamente desordenado.

—No lo sé —dijo con la voz ronca, incorporándose y envolviendo sus brazos alrededor de mí para hacerme a un lado y acostarse él también—. Tengo el sueño pesado.

Me acurruqué contra él cerrando los ojos. Esta era la segunda vez que botaba a Jools de la cama y él no se daba ni cuenta. La idea me parecía algo graciosa, pero en ese momento estaba lo suficientemente cansada como para solo buscar dormir un poco.

La noche la pasamos esperando alguna llamada del hospital, pero no llegó nada y ya rendida fui a acostarme cerca de las seis de la mañana, luego de que Mack y Clayton partieran camino al hospital.

No pude dormir bien pensando en lo que iba a suceder. En todo momento Jools estuvo conmigo e incluso se negó a ir a clases para acompañarme a pesar de que le insistí en que no lo hiciera.

Jools, faltando a clases. Ni yo creí que me quisiera tanto.

Por otro lado todas mis amigas prometieron prestar atención para poder pasarnos la materia luego, aunque dudo que puedan lograrlo.

—Me duele la cabeza —dije en voz baja luego de unos largos minutos en los que no pude volver a conciliar el sueño.

Jools paseó sus dedos por mi brazo. Los ojos cerrados dejaban ver sus pestañas oscuras, y su boca ligeramente entreabierta soltaba aire suavemente.

Me quedé quieta un momento, observando su rostro. Paseé mis dedos por su cabello suave y besé su frente cuando sus caricias se detuvieron y soltó un suspiro mientras se volvía a acomodar.

Verlo descansar de esa manera me mantenía tranquila. Me gustaba verlo con la guardia baja, sin que tuviese que mirarme con sus intensos ojos y decir algo que rompiera el silencio solo para molestarme.

Dejé que durmiera tranquilamente sobre la cama y bajé para poder buscar una pastilla para el dolor de cabeza y algo de comer.

Sin embargo, cuando toqué la cocina me detuve en seco.

La abuela seguía despierta. Seguía esperando.

Me detuve, el corazón se me aceleró en el pecho.

¿Qué tan grave debe estar el abuelo como para que ella no estuviese tranquila?

Me tragué todas las preguntas y me adentré fingiendo que no suponía que ella había estado ahí desde ayer por la tarde.

—¿A qué hora te levantaste? —le pregunté sacando dos tazas y el café.

—Hace unos minutos —mintió. Sabía que lo iba a hacer.

Asentí.

Un silencio nos inundó por un largo rato. Solo sonaba el agua que estaba calentándose y las cucharas, platos y tazas cuando las movía.

—Dos cafés —canturreé dando una vuelta y dejando uno frente a ella—. El Jools para la abuela y el helado para mí.

Ella frunció el ceño un momento, me miró y sus ojos decían por ellos mismos la pregunta:

¿Dices lo que creo que dices?

Y yo asentí.

Jools=Caliente.

Denme un premio por crear el mejor juego de palabras de la vida.

Me senté junto a ella cuando por último saqué un paquete grande de galletas que Mack solía esconder tras uno de los muebles.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora