8. Mi orgullo está herido

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Apreté los ojos con fuerza tomando toda la fortaleza que podía reunir para contestar.

—¿Abuela? —pregunté rápidamente—. ¿Pasó algo? ¿El abuelo está bien?

—Yo hago las preguntas aquí, jovencita —dijo con regaño. Mi corazón acelerado se detuvo por un segundo y luego volvió su marcha. Traté de pensar en cualquier cosa que haya hecho en tan solo el tiempo que me dió antes de hablar.

¿Supo que escondí la basura bajo la alfombra al salir?

¿Se enteró de que los bomberos llegaron a casa?

Oh, no, se enteró de mi pequeña aventura con Jools.

—¿Tenías la intención de decirme que Frederick estuvo aquí?

Ouh...

No, no, no, esto era peor.

—Oh... abuelita, pero qué cosas, em... —volteé, nerviosa comencé a buscar algo para evitar el tema y ahí estaba Jools, con mi encendedor en la mano jugando con él a prenderlo y apagarlo. Fruncí las cejas— ¡Ya voy Jools! —él levantó la mirada dando un salto sobre sí mismo, pero yo volví a la llamada—. Abue, ahora no puedo, mi... compañero me está llamando para... para jugar a la sillita musical.

—¿La sillita musical? ¿Eso no es para niños?

—Oh, abuela, aun soy una niña.

—Sí claro —dijo sin creerse ni una palabra—. Y haces cosas solo de niñas —enrojecí del cuello hasta las orejas y apreté las piernas al recordar que hace solo un minuto Jools me tenía presionada contra su cuerpo mientras me daba placer—. Como sea, no te salvarás de esta charla, Haven.

Antes de que pudiese contestar un "lo sé" ya me había colgado.

Cerré los ojos maldiciendo sin parar. La abuela iba a matarme cuando llegase a casa.

—No sé tú, pero creo que allí dentro nos están esperando.

Lo asesiné con la mirada, acercándome a él y quitándole de las manos mi encendedor.

—No toques mis cosas —dije entre dientes.

Supuse que enarcó una ceja porque su silueta inclinó la cabeza aun costado como siempre lo hacía.

—Define cosas.

Pero que gilipollas era.

Le di un empujón para apartarlo de la puerta a lo que él solo me impidió el paso.

—Pero- Jools, deja pasar.

Pero su semblante era serio, lo notaba debido a su proximidad y el tono en que me habló.

—No creas que se me ha olvidado lo de hace un rato —el estómago se me llenó de cosquillas cálidas—, aun la tengo parada así que espera un poco.

La piel me ardió cuando su aliento chocó en el mío.

—Seguro eso me importa —mascullé cortante—. Arregla ese asunto tu solito.

Iba a rodearlo pero me atrapó antes de que lograse irme.

—Hablo enserio —se aproximó a mi cara, mirándome con frialdad y recelo.

—Yo igual.

Nos asesinábamos, el escaso espacio entre nosotros y la luz de la luna apenas alumbrándonos me dejaba ver con sombras y detalle el rostro de Jools.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora