41. Muralla

838 179 40
                                    

Fanie no sirve para ver películas.

No es porque hable todo el tiempo o que no le preste atención. Sino porque se quedó dormida en los primeros veinte minutos.

Así que ella estaba acurrucada en un lado del sofá mientras yo la miraba con mala cara luego de que soltara un ronquido y Jools negaba con la cabeza como si supiera que iba a suceder exactamente eso.

Solté un bufido y tomé un puñado de papitas mientras volvía mi concentración a la película pero otro ronquido sonó y suspiré.

Me removí en el lugar, tratando de no despertar a mi amiga, por lo que me acerqué un poco a Jools, que la verdad no estaba tan molesto por la idea. Apoyó su espalda en el sofá y dejó que mi costado se reposara en él.

El momento fue muy callado, cómodo. Sentía que el corazón me palpitaba a mil en el pecho pero estaba tranquila, relajada. Y cerré los ojos un momento cuando sentí que su mano se escabullía entre las mantas y tomaba con cuidado la mía.

No supe qué hacer, porque su dedos acariciando suavemente mi dorso tenía toda mi atención. Levanté los párpados y frente a mí estaba la televisión, pero no sabía qué pasaba, ni siquiera escuchaba lo que decían. Solo sentí la mirada de Jools pasear por mi perfil hasta que finalmente su mano se alzó y tomándome por la barbilla me volteó hacia él.

Me quedé paralizada, viendo sus ojos brillantes y su cabello cayendo desordenado en su frente.

No podía apartar la mirada de él, era como un imán que me atraía. Pero cuando su lengua humedeció ligeramente su labio inferior fue como salir de ese encanto y entrar a otro. Bajé mi mirada a sus labios que estaban entreabiertos y se veían apetecibles.

Todo el aire se fue de mis pulmones cuando su frente se apoyó en la mía y cerró los ojos como si estuviera tratando de pensar. Al sentir que me quedaba quieta y nerviosa soltó un suspiro y su mano se posó en mi nuca con cuidado y firmeza. Volvió a mirarme pero con mucha intensidad, como si estuviera tratando de alentarme a algo, pero yo estaba perdida, en blanco sin saber qué hacer.

Estaba nerviosa, la sangre me fluía rápido por el cuerpo debido a que el corazón retumbaba con fuerza.

—Odio que me hagas esto —dijo en un susurro y las palabras golpearon mi rostro con su aliento embriagador.

—¿Hacer qué cosa? —pregunté sin saber a qué se refería. La mano que tenía desocupada subió y apartó un mechón de cabello que estaba al costado de mi rostro y lo dejó tras mi oreja.

—No estoy seguro —admitió y luego me dió media sonrisa—. Pero no quiero descubrirlo.

—¿Por qué?

—Las cosas serían más difíciles —cerró los ojos y me estrechó contra él en un abrazo totalmente inesperado.

Su rostro se enterró en mi cabello y lo sentí tomar aire con fuerza y luego soltarlo.

Le devolví el gesto apoyando mi cabeza en su hombro y disfrutando su cercanía. Olfateé su piel que tenía un ligero olor a perfume.

Me dieron ganas de darle un beso justo donde mis labios lo rozaban, pero no sabía de qué manera iba a terminar eso, y la verdad me gustaba estar así.

—Mi abuela habló conmigo antes de venir —dije en voz baja, sintiendo suavemente su mano pasear por mi espalda.

—¿Y qué te dijo?

—Primero, que ocuparas condón —él soltó una risa cuando se lo dije. Luego me separé un momento para mirarlo a los ojos. Su rostro estaba iluminado con diferentes colores según lo que mostraba la pantalla—. Y me dijo que podía invitarte a ti y tu madre a pasar la navidad con nosotros.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora