60. Nuestro lugar

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Vertí una bolsa de papas fritas en un recipiente y luego revolví con toda pasión el guacamole.

—¿De cuando te esmeras en que haya comida, Haven?

Miré la mesa. Ya había colocado unos emparedados, otro recipiente con papas fritas y una soda grande.

—Desde hoy —contesté llevando lo preparado a la mesa.

El abuelo estaba sentado a la cabeza de la meza con el ceño fruncido y contando las piezas de dominó.

—¿Sabes cuando llegará tu novio? —preguntó Clayton—. Ya quiero comer.

—Haven tiene novio, Haven tiene novio —comenzó a canturrear Terrence muy por lo bajo mientras miraba su celular, parecía ni darse cuenta.

Pues sí, tenía novio. Y estaba nerviosa porque en cualquier momento iba a...

—¡Yo abro! —casi grité y salí corriendo a la puerta antes de que Clayton o el abuelo decidieran que era mejor que ellos fuesen.

Cuando llegué me aplasté un poco el cabello que estaba algo desordenado, cosa que me pareció ridícula ya que estaba con un pijama holgado, pantuflas gastadas y esta vez no tenía ni una gota de maquillaje.

Pero la verdad me veía radiante y creo que de alguna forma se debía a mi escapada con Jools ayer por la noche.

De alguna forma salir con él fue como un respiro que me hizo olvidar mis problemas. Ahora tenía la cabeza un poco más fría y, aunque por momento pensaba en Inger, Jools captaba mi atención y me distraía.

Abrí la puerta con una sonrisa enorme que se congeló y poco a poco comenzó a decaer.

—Haven.

Frederick estaba del otro lado. En cuanto vio que era yo la que estaba ahí enderezó su espalda y sus hombros se cuadraron.

Parecía tan incómodo como yo.

—Yo... ¿siguen habiendo noches de...?

—El abuelo no ha parado de contar las piezas —murmuré haciéndome a un lado.

Eso lo hizo sonreír de lado y dio un paso hacia adelante.

—¿Te gusta la pizza de pimientos, cierto?

Asentí y cuando bajé la mirada noté que venía con dos cajas de pizza grandes de las que no me había dado cuenta hasta ahora.

Sonreí mínimamente y asentí.

Él devolvió el gesto y fue hacia la cocina.

Solté un suspiró y empujé la puerta con el pie siguiendo a Frederick. Sin embargo, en vez de sentir el sonido de la cerradura hacer "click" escuché el golpe sordo de la madera chocando con otra cosa y luego un quejido.

Volteé rápidamente y cuando la puerta se comenzó a abrir por el choque que dio con la cabeza de Jools, lo vi acariciarse la frente con una mueca adolorida.

—¡Lo siento! —casi grité y caminé rápidamente hacia él.

—Sabía que me odiabas, Haven, pero no creí que ibas a recurrir a la violencia.

Solté un jadeo lleno de culpa cuando le tomé la mano para apartar a y ver su frente y el sector se le estaba hinchando rápidamente.

—Ven, hay que ponerte hielo.

Lo tomé de la mano y lo guié a la cocina donde escuché las fuertes voces de los que estaban mientras hablaban entre sí.

Cuando no vieron llegar todos se quedaron en silencio y vieron a Jools.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora