57. El vestido perfecto

780 170 66
                                    

Cuando llegamos a mi casa me dolían las piernas.

No estaba segura si era por correr más de lo que estaba acostumbrada por exigencia de Rider o por lo que pasó con Jools.

Bueno, fuese cual fuese la razón el abuelo lo notó enseguida.

—¿Qué te pasa, Haven? —preguntó cuando por la mañana me senté a la mesa. Debió notarlo porque lo hice muy lentamente y soltando un quejido bajo.

—Ayer fui a ver a Jools a su entrenamiento y Rider, el entrenador me obligó a correr por veinte minutos —me quejé—. Me duele todo el cuerpo.

Él abuelo negó con la cabeza y le dio un sorbo a su té.

—¿Por qué te obligó a correr si no eres parte del equipo?

—Porque le dije que no tenía poder sobre mí y... un par de groserías —susurré lo último para que la abuela no me escuchara.

—¿De las buenas o las que te dejan con dolor de boca por tres días?

—De las buenas —respondí—. Y luego de las otras.

Él sonrió y me mostró su palma para que chocáramos los cinco.

—Eso es.

Sonreí y los dos nos hicimos los desentendidos cuando la abuela apareció con su bata y el rostro ligeramente hinchado. Recién despertó.

—Con Jools vamos a solicitar nuestro pasaporte —anuncie dándole una mordida a mi tostada—. Nuestro viaje será en mayo y ya casi será marzo.

Ellos estuvieron de acuerdo, aunque tuvimos una larga plática por el viaje tan lejos que iba a realizar. La abuela se mostraba nerviosa, pero el abuelo me dio pase libre para poder viajar.

Esos días pasaron sin mucha novedad. La verdad Mack estaba histérica porque cada vez se acercaba más su boda e iba de un lado a otro haciendo llamadas y planificando todo a pesar de que supuestamente iba a ser una celebración pequeña.

—¿Estás listo? —pregunté apenas vi a Jools del otro lado de la puerta. Su cabello estaba desordenado y al bajar la mirada vi que aún tenía su pijama puesto—. ¡Jools, te dije que iba a venir temprano!

Poco afectado por mi molestia, bostezó y me dejó pasar.

Me crucé de brazos fulminándolo con la mirada.

—Me encanta despertar y lo primero que se presenta en la puerta de mi casa es tu cara de amargura —dijo con voz roca mientras se rascaba la cabeza.

—Venía contenta —respondí a la defensiva—. Incluso traje desayuno, pero no te lo mereces.

El rodó los ojos y antes de darme cuenta su mano me arrebató uno de los cafés que sostenía —el que estaba caliente— y le dio un sorbo.

—Está bueno, gracias cielo —respondió con ironía, ignorando mis insultos mientras subía por las escaleras.

En cuanto desapareció oí otros pasos.

Fanie venía de donde mismo desapareció Jools, con una bata en torno a su cuerpo, cara de querer golpear a la vida misma y el cabello recogido en tubos que seguro no la dejaron dormir bien.

—Haven —saludó poco sorprendida—. ¿Ya te vas con Jools?

—Nos estaríamos yendo si él estuviera listo.

—Siempre hace eso —bostezó y me robó un panecillo de mi bolsita—. Gracias cuñada —me besó la mejilla y se fue lentamente hacia la cocina, caminando como si apenas estuviese despierta.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora