Mini-Especial 1

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A continuación, daré un muy muy bello adelanto de acontecimientos futuros en honor al cumpleaños de Jools (31 de diciembre) espero lo disfruten y tengan en cuenta que es algo muy breve (estoy horriblemente bloqueada y me cuesta mucho escribir), pero no quería dejarles sin nada, así que aquí está con todo mi amor.

Cabe decir que solo es un adelanto y que cuando se pueda, en Puntos Extras se podrá ver la escena por completo ❤️

Jools

Cuando el taxi me dejó frente a mi casa junto a todas mis cosas no me sorprendió ver que estaba completamente a oscuras. Ya había llamado a mi madre y Harve, ninguno había contestados así que supuse que ya estaban durmiendo.

Miré el reloj de mi muñeca y suspiré, tal vez mi madre tenga algo de consideración y decida no meter ruido mínimo hasta las diez para poder dormir unas seis horas.

Suspiré, tomando mi maleta y comenzando a caminar al interior de mi hogar.

Busqué entre las macetas vacías de mi madre la llave que solía esconder y justo en la última, entre tierra y piedrecitas sentí el frío metal.

Apenas entré cada parte de mi cuerpo se relajó. Tomé aire hondamente, sintiendo el aroma familiar del limpia piso y la madera, a la comida de mi madre, su perfume y también el dulzón aromatizante de canela y manzana que ocupaba para estas fechas.

Hace muchísimo tiempo no pisaba este lugar. Habían pasado casi dos años desde que me fui de casa después de terminar la universidad. Era grandioso viajar por cada parte del mundo, cruzar el océano, ver culturas, probar comidas y luego de aquello emprender otra aventura. Día a día probaba mecanismos, dirigía botes, luchaba contra mareas, arreglaba problemas y me encantaba rondar, no quedarme quieto, conocer, enseñar.

Pero aveces era grato apoyar una cabeza en un lugar que sabes que te pertenece.

Lo primero que hice fue enviar un mensaje.

HavencitaLaMásBonita:

"Ya llegué a casa".

Ella se colocó ese nombre, cabe decir.

Suspiré y guardé mi celular en el bolsillo.

Si no había estado en esta casa hace más de un año, con Haven era casi lo mismo. La última vez que nos vimos fue una vez que tuve un viaje de una semana por Chile, estuvimos juntos cuatro días y luego de eso tuve que emprender mi camino nuevamente.

Había costado nuestra relación. Aveces era exasperante no poder verla, tocarla ni olfatear su aroma. Otras veces, no me emocionaba por alguno de sus mensajes y tardaba horas en contestarle. Sin embargo, cada día jueves, sin falta alguna nosotros volvíamos a ser los de antes. A través de la distancia y los años ninguno cambió sus sentimientos, ninguno dejó al otro, y eso se notaba cuando la cámara se encendía y la veía. A ella, con su cabello algo más largo y rubio, se maquillaba para días especiales y siempre me enseñaba lo que estaba comiendo. Y cenábamos juntos.

Dejé mi maleta cerca del recibidor, decidido a subirla mañana.

Entonces silenciosamente subí las escaleras y me dirigí a mi cuarto. Seguro mi madre se daría cuenta de mi llegada cuando viera mi maleta.

Sonreí al imaginarla chillando y lanzándose sobre mí para abrazarme sin importar mi estado durmiente.

Cerré lentamente la puerta tras de mí. Enseguida comencé a quitarme la ropa. Estaba algo sudado por el abrigo y mis movimientos. Me saqué la camiseta y estaba a punto de bajarme los pantalones —de hecho, tenía hasta el botón desabrochado— cuando la luz se encendió.

Di un salto sobre mí mismo y cuando giré, buscando quien andaba por ahí, la vi.

Su pálido cabello estaba desparramado por su espalda, sus ojos algo hinchados pero maquillados sutilmente y me miraba con esa palpable pesadez que siempre me había vuelto loco.

Me quedé quieto, asimilando su presencia, sintiendo el corazón desbocado en el pecho mientras parpadeaba y trataba de comprobar que no era mi imaginación.

Pero ella se levantó de la cama en la que estaba sentada y me tensé al verla de cuerpo entero, con ropa de encaje purpura que cubría hasta mitad de su estómago y ni una minúscula parte de sus piernas.

No pude evitar sentir que los ojos se me llenaban ligeramente de lágrimas y la garganta se me cerraba. Di un paso hacia adelante y ya estaba más cerca, y Haven no desapareció.

Entonces casi me abalancé sobre ella, tomándola por la cintura y pegándola a mi cuerpo con fuerza mientras ella pasaba sus brazos y piernas por mi torso.

—¿Qué...? —logré preguntar, aturdido, feliz, nostálgico.

Sentí su sonrisa contra mi cuello y luego me besó la mejilla, una y otra vez.

—Feliz cumpleaños, Lindsie.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora