31. El chico que cambia por la chica

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Que bonita me veía. Al final, si me puse una boina. Mi bufanda y falda estaba a juego con ella. También me coloqué una suéter y encima una chaqueta. Mis botas claramente no iban a faltar.

Que bella soy y que estilo que me cargo.

—¿Y qué quieres hacer? —preguntó metiendo sus manos a los bolsillos. Me sorprendió que no llevase auto, y la verdad yo no estaba ocupando el mío porque le quedaba poca gasolina.

—¿Acaso no tienes nada preparado? —pregunté enarcando una ceja—. Se supone que tú eres el que me invitó a salir.

Él sonrió de lado y se encogió de hombros.

—Soy una persona espontánea.

Lo pensé un poco. Tenía que estar medio tonta para dejar que él elija el lugar cuando puede ser que yo tenga el mando, por lo que simplemente dije lo que quería:

—Helado —él me miró enseguida—. Vamos a por helados.

Jools, que caminaba a mi lado, ambos sin un rumbo fijo al que ir, enarcó una ceja.

—Helado. Cuando ya vamos a entrar en el invierno.

Asentí, y tiré de él por la muñeca para que dobláramos en una esquina. Enseguida lo solté.

—Conozco un lugar donde venden todo el año.

Él asintió sin oponerse a la idea y me siguió.

—¿Cómo has estado? —preguntó luego de avanzar unos metros en silencio.

Era algo tarde, la verdad estábamos en pleno otoño pero el frío se estaba apoderando de cada lugar. Estábamos a fines de noviembre, la navidad se acercaba y la verdad todo ya se veía muy... luminoso. Estaba segura que pronto iba a nevar. Incluso, en algunos lugares ya se estaban formalizando algunas pistas de hielo seguras.

—¿Acaso eso te importa? —pregunté a la defensiva.

Claro, enseguida me arrepentí. La verdad estaba algo confundida por las actitudes de Jools. Lo miré de reojo y él no me dirigía ningún gesto. Se veía imperturbable mirando hacia el frente.

Me mordí el labio, sin saber qué decirle ni como comportarme.

Jools en ese momento estaba siendo algo amable, sin embargo, de alguna forma no quería caer nuevamente en su simpatía para que nos acostemos y luego vuelva a ser un pesado.

¿Tenía que ser amable? ¿Jools merecía que bajara la guardia con él? No quería ser usada. Mucho menos por alguien que ya me había hecho sentir así.

Llegamos a la tienda luego de quince minutos. Estaba un poco lejos, pero la verdad, era un lugar donde valía completamente la pena ir.

—Yo quiero un helado de... red velvet.

Pedí señalando el cartelito luego de haber saludado.

—Yo uno de mora.

El caballero nos sonrió y muy amablemente nos entregó nuestro pedido.

Salimos de ahí en silencio, caminando sin dirigirnos a ningún lugar en especial. Jools iba un paso más adelante que yo y hasta ahora no me había ni mirado luego de mi respuesta tan cortante.

Sentí un nudo en el estómago mientras miraba al suelo. Esto no estaba saliendo como creí que podría ser una primera cita.

Vaya, ni siquiera creí que mi primera cita fuese con Jools Lindsie.

Observé su perfil. Cabello desordenado, ojos pensativos, y lentamente llevó el helado a sus labios y le dio una probada.

—Mi abuelo siempre solía elegir el de mora —murmuré al recordarlo.

A+ y tú menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora