Maddison

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No muy lejos de ahí en una cabaña sobre una pequeña colina, una chica con brillante cabello caoba peinado en un rodete en la nuca bajó la carta del ministerio sintiendo temblar sus manos. Le había tocado Harry Potter, nada más y nada menos que el salvador del mundo mágico, el soltero codiciado y jefe de aurores más sexy que había pisado el ministerio de magia. Ella se encontraba emocionada, pero ¿él estaría contento de emparejarse con su antigua compañera del ejército de Dumbledore?

A la larga no importaba, quisieran o no debían cumplir con lo estipulado en la ley, no podían simplemente ignorarlo, de los dos él era quien más perdería, ya que ella a penas mantenía su boutique en el lado muggle, no tenía bóvedas en el banco y no tenía un trabajo en el mundo mágico, solo le quedaba esa casa que le había regalado su abuela cuando su madre la había repudiado por no querer ser abogada mágica, sino diseñadora. La chica sintió un escalofrío recorrer su espalda al pensar que si el ministerio le quitaba la casa, ella quedaría literalmente en la calle. Volvió a suspirar ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Debía buscarlo ella? ¿O él debería hacerlo? Ella deslizó la mirada por la sala de su casita antes de apoyar la frente en sus brazos sobre la mesa. Le encantaría tener alguien que le aconsejara en momentos como ese, pero ella no tenía a nadie, tal como su madre le había dicho antes de echarla a la calle.-

Dos semanas después Maddison se encontraba en el ministerio estrujando sus manos nerviosa, Harry Potter no había hecho nada por contactarla y la ley daba un plazo de seis meses para la boda, supuso que le tocaba a ella dar el primer paso, así que se presentó en el ministerio y después de preguntar, llegó hasta la oficina de aurores.-

-¿Puedo ayudarte?- preguntó una mujer madura mirando a la chica con una sonrisa en el rostro.-

-Busco a Harry Potter- respondió ella frotando sus manos en la falda de su vestido floreado de mangas murciélago- me dijeron que aquí podía encontrarlo.-

-Te dijeron bien- respondió la mujer sin dejar de sonreír de manera amable- y creo que llegas en un buen momento por que acaba de llegar de una misión y tiene que hacer su informe- la mujer se acercó más a ella- y odia hacerlos- la mujer le guiñó un ojo- es esa puerta de ahí- señaló, la chica agradeció antes de dirigir sus pasos hacia la puerta y golpear.

-Pase- escuchó decir, con nerviosismo controló que su trenza francesa estuviera en su lugar antes de girar el picaporte, él se encontraba de espaldas a la puerta, vestido con su uniforme de auror concentrado en unos papeles, su espalda era ancha y era mucho más alto de lo que ella recordaba, se quedó parada en la puerta, con el picaporte en la manos y sintiendo sus piernas temblar, él se giró despacio y fijo sus ojos esmeraldas en ella- ¿Puedo ayudarte?

-Supongo- respondió ella todavía dura en su lugar- soy Maddison Malkin- al escuchar el nombre el hombre levantó una ceja, sorprendido. Con delicadeza deslizó la mirada por aquella chica menudita que no parecía haberse graduado de Hogwarts todavía, llevaba un vestido claro con flores ajustado hasta la cintura y largo hasta arriba de las rodillas y unos zapatos planos, su cabello amarronado caía sobre uno de sus ojos pero estaba recogido sobre la espalda, todo en conjunto la hacía ver como una adolescente.-

-Vaya- dijo al fin el chico dejando los papeles que sostenía sobre una pila de carpetas – es un gusto conocerte- la chica frunció el ceño dejando morir a sus ilusiones de que él la recordara de las clases de defensa -¿Quieres sentarte?- ella asintió y cerro la puerta al entrar y se acomodó con elegancia en la silla que él le indicó.- Supongo que estas aquí por la ley- comenzó él y ella se tensó, Harry no había tenido ningún tapujo para abordar el tema directamente, Maddison no podía enderezar más la espalda, ni cuadrar más los hombros, así que levantó sus intensos ojos azules hacia él, quien se había acomodado apoyándose en el escritorio al lado de ella y cruzando las piernas-

-Ya que vamos a ser directos, quiero que sepas que estoy aquí mas por ti que por mí – con esta confesión atrapó la atención del joven hechicero- yo no tengo trabajo en el mundo mágico ni nada con lo que puedan multarme, a mi solo pueden enviarme a Azkaban, si es que llegarían a ese punto, en cambio tu tienes mucho que perder, incluso tu prestigio.-

-¿Tu no tienes un prestigio que proteger?- preguntó él sorprendido por la pequeña mujer que se había presentado en su oficina y a la que debería hacer su esposa pronto.-

-En el lado mágico no- respondió ella sacudiendo la cabeza- aquí no me conoce nadie.-

-¿Cómo puedes estar tan segura?- al escuchar esta pregunta ella volvió a ponerse de pie y se paró frente a él, al estar apoyado contra el escritorio, ambos quedaron casi a la misma altura.-

-Hace un rato dijiste que era un gusto conocerme – recordó ella y él asintió- fuimos a Hogwarts juntos, estuve en el ejercito de Dumbledore, me enseñaste a desarmar, a atacar, a defenderme y a conjurar un patronus- enumeró Maddison, Harry levantó una ceja entendiendo el punto- pero me ves como si fuera la primera vez en tu vida en la que te cruzas conmigo. Soy invisible, siempre lo he sido y ya me he acostumbrado a eso- ella se acercó a la puerta- no te interrumpo más, de seguro tienes cosa que hacer- la chica abrió la puerta antes de voltearse- si tienes una lechuza, ella podrá encontrarme si alguna vez quieres hablar sobre lo de la boda, o podrías enviarme un patronus, pero no esperes que yo te conteste con uno.-

-Dijiste que te enseñe a conjurar uno- recordó apoyándose sobre sus piernas.-

-Y aprendí- admitió ella sonriendo- si eso te hace sentir bien contigo mismo. Pero no lo utilizaría contigo.-

-¿Algún día me dirás por que?

-Supongo que todo es posible- respondió ella – que tengas buen día – ella salió de la oficina cerrando con suavidad.

Los tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora