El altar de las vanidades

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Dos días después Maddison trabajaba concentrada sobre su tablero de diseño, cuando su elfina apareció a su lado, la había enviado hasta Potter House a llevar el resto de sus cosas y al parecer le había ido bien, a juzgar por su sonrisa.-

-¿Pasó algo?- preguntó la chica con curiosidad.-

-El amo acaba de llegar a la casa, amita- informó la criatura pletórica de felicidad, ella sabía cuanto había extrañado su ama al señor, Maddison se puso de pie de un salto sonriendo como boba.-

-Llévame con él- pidió ella después de controlar su aspecto en un espejo de cuerpo entero que tenía en su sala- estudio, la elfina tomó la mano de su joven ama y las apareció en la casa, frente a la puerta de la biblioteca, estaba a punto de dar un paso para abrir cuando escucho la voz del prometido de Daphne preguntando por ella.-

-No tengo idea- respondió Harry- ojala esté en un viaje o algo por el estilo.-

-Parecías muy encantado en la boda- recordó el pelirrojo mirándolo con reproches.-

-Disimule por el bien del teatro- confesó el azabache provocando un dolor en el pecho de Maddison.-

-¿También disimulaste cuando la trajiste aquí?- preguntó Ron con sorna- no estás en Azkabán, así que asumo que consumaste el matrimonio.-

-Si lo consumé- admitió Harry después de un rato- me quité los lentes y me imaginé que estaba con Hermione, solo así pude funcionar- cada una de esas palabras fueron cuchillos que se clavaron en el pecho de la chica, se llevó la mano a la boca para no emitir sonido alguno.-

-No puedo creer que seas tan canalla, Harry, le diste uno de los anillos de tu madre- reprochó Ron- Maddison se merece que le des una oportunidad.-

-No es un anillo de mi bóveda, fui al lado muggle a una joyería que vende antigüedades, yo amo a Hermione, el anillo de mi madre será para ella - replicó el muchacho y ella se miró la mano sintiéndose estúpida.-

-Tienes una obsesión con Hermione- corrigió el pelirrojo- ella va a casarse con Malfoy y tu te casaste de Maddison.-

-Las cosas no van a cambiar- la voz del moreno se escucho dura- esta ley no tiene demasiado futuro, cuando sea abolida me divorciaré para casarme con Hermione, así debió ser desde el principio- la joven no soportó más y movió los labios para pedirle a su elfina que la sacara de ahí, la criatura obedeció en un santiamén, varios segundos después la puerta de la biblioteca se abrió y Harry salió a inspeccionar el pasillo.-

-¿Qué pasó?- preguntó Ron mirando por encima del hombro de su amigo.-

-Me pareció escuchar algo- respondió él observando con cuidado.-

-Hiciste el hechizo cuando llegamos y solo estaban los elfos, de seguro fue uno de ellos- replicó Ron, todavía estaba molesto por lo que su amigo le había contado.-

-Seguramente- susurró Harry no muy convencido, le había parecido sentir el perfume de Maddison cuando abrió la puerta.-

La joven de largo cabello color caoba se derrumbó en el piso de su cabaña al llegar, se había creído todo lo que había pasado, había pensado que su noche de bodas había sido mágica, pero resultó que ese momento que a ella la había llenado de tanta felicidad no había sido otra cosa que el altar donde sus vanidades habían sido incineradas, ella Maddison Malkin, la chica invisible, lo había sido también para su esposo durante la noche más importante de su vida, él se había imaginado a otra mujer, humillándola hasta el cansancio. La chica se acostó en el piso recogiendo las piernas contra el pecho y dejó salir el llanto hasta que sintió la garganta desgarrada, su elfina la observaba con el corazón roto a una pequeña distancia, sabía que el llanto era necesario para sanar.-

Los tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora