La misión

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Maddison bufó enojada la mañana siguiente mirando un formulario de servicios que ella descubrió por la mañana. Por un momento pensó que estaban en un error y que alguien le había conectado la red flu de otra persona pero resultó que no era así, el pedido había sido hecho por Harry James Potter dos días antes y lo tenía activado desde dos horas después de solicitado, o sea que si un vendedor no se hubiera conectado a la red para ofrecerle los polvos flu, casi causándole un infarto, ella no se habría enterado. Ahora estaba en el sector de reclamos en el ministerio sintiéndose tonta y con unas ganas tremendas de dedicarle al menos un par de gritos a su flamante esposo. Con paso seguro, pero sin perder la elegancia se dirigió hacia el piso en el que se encontraban las oficinas de aurores, la secretaria de Harry levantó la mirada de lo que hacía y sonrió al verla.-

-Señora Potter, que gusto me da volver a verla- dijo la mujer con sinceridad, le caía bien esa chica- llega justo a tiempo, por que se está alistando para salir en una misión-

-Vaya- respondió ella devolviendo la sonrisa a la amable mujer- menos mal que pude llegar a tiempo ¿Seguro que puedo pasar?

-Por supuesto- respondió la señora señalando la puerta- le dará gusto verte.- Maddison no estaba muy segura pero no dijo nada, simplemente entro a la oficina de Harry y por un momento se sorprendió al verlo terminando de colocarse su uniforme, se veía tan bien que por un momento ella no se sintió segura de tener la boca cerrada.-

-Maddison, linda- dijo él sorprendido mientras terminaba de acomodarse la camisa dentro de los pantalones – que sorpresa verte por aquí.-

-Supongo que imaginaste que vendría tarde o temprano- respondió ella entrando y cerrando la puerta tras de sí.-

-Me encantaría creer que estas aquí por que me extrañaste.-

-Sigue intentando- pidió ella acercándose a él despacio, Harry se sentó en su silla y la vio caminar hacia él, ese día llevaba unos pantalones de cuero y una chaqueta negra de diseñador sobre una camiseta con diseño de piel de leopardo, en los pies unas botas negras de tacones altísimos de caña alta hasta las rodillas, estaba absolutamente hermosa con su cabello caoba pulcramente peinado hacia atrás, la chica se sentó sobre el escritorio de Harry y cruzó las piernas mientras lo miraba a los ojos.- ¿Sabes por que estoy aquí, Harry.-

-Te acabas de dar cuenta que soy un esposo absolutamente increíble y viniste hasta aquí para besarme.-

-No- respondió ella sonriendo, la idea de besarlo no le parecía malo para nada- prueba otra vez.-

-Vas a regañarme por algo- soltó haciendo sonreír a su esposa, si cada vez que lo iban a regañar, ella se iba a sentar en su escritorio cruzando las piernas de esa manera, estaba más que dispuesto a seguir haciendo tonterías

-¿Sabes que esta mañana descubrí que tengo activada una red flu en mi casa? Recuerdo puntualmente haber dicho que no podía pagarla.-

-Ese fue tu error, linda- repuso Harry cercando su silla hasta el escritorio, tomando por sorpresa a la chica al tomarla de la cintura para sentarla a horcajadas sobre sus piernas- podemos pagar una red flu sin ningún problema.-

-No tienes que pagar por mis cosas, Harry- replicó Maddison apoyando las manos en los hombros de su esposo- no necesito una red flu, yo trabajo en el mundo muggle y ya encontré un lugar en el que puedo aparecerme sin llamar la atención de nadie.-

-Dame el gusto, linda- pidió Harry acariciando la espalda de la chica con suaves círculos- no sabes la tranquilidad que siento al saber que si me necesitas solo tienes que cruzar la red flu hacia el ministerio o a nuestra casa, a no ser que prefieras mudarte a Potter house de una vez- ella sonrió, cedió a la tentación agachando la cabeza para besarlo, estaban a punto de unir sus labios cuando la puerta se abrió de golpe.-

-Harry dime por favor que no es cierto que vas a salir en esa misión- pidió con voz histérica Hermione, quedándose helada en la puerta al ver la escena que había interrumpido, Maddison sintió como si le hubieran dado un baño de realidad y se bajó de las piernas de Harry- Lo siento- dijo la castaña sin señales de sentirlo para nada.-

-No te preocupes, yo ya me iba- respondió Maddison antes de volver a mirar al azabache- hazme saber cuando llegues, terminaremos de discutir este asunto- él asintió con el ceño fruncido, viendo como su beso de la buena suerte se esfumaba con la rauda partida de su esposa.-

-Solías regañarnos en Hogwarts cuando entrábamos a un lugar sin tocar antes- reprochó Harry levantándose a terminar de arreglar su traje de misión, colocándose un cinturón en el que colocaba su varita y varias pociones curativas.

-¿Qué hacía ella aquí?- la voz de la chica sorprendió a Harry, estaba seguro de que ella había entendido que lo que tenían no podía seguir, pero al parecer estaba equivocado.-

-Es mi esposa, Hermione- replicó empezando a enojarse- tiene todo el derecho a venir cuando quiera.-

-Harry...

-Mira Hermione- dijo Harry quitándose los lentes para darse un masaje en el puente de la nariz- ahora no tengo tiempo, el equipo de seguro esta esperándome para salir, pero cuando vuelva, tu y yo nos sentaremos a hablar para darle un punto final a esto- el azabache camino hasta ella y tomó la mano izquierda de ella en la que descansaba un anillo de oro amarillo con una enorme esmeralda en el medio- tu y yo tenemos responsabilidades, recuérdalo.- sin más salió de la oficina, dejando a una castaña muy confundida.

Maddison llevaba dos días sin saber nada de Harry, el hecho de saber que él estaba en una misión la tenía muy nerviosa, pasado el primer día se había aparecido en la Madriguera para averiguar si ellos sabían algo, Molly le dio contención de madre, asegurándole que durante esos trabajos, Harry cortaba toda comunicación con el exterior y solo se dedicaba a concentrarse en lo que habían ido a hacer, no era buena idea provocar que ellos perdieran la concentración por que los resultados podrían ser fatales, así que la chica hizo lo que mejor sabía hacer y se concentro en su trabajo, la tienda de modas en el Londres muggle estaba ganando renombre y además ella se estaba preparando para la semana de la moda en París, así se ocuparía en vez de preocuparse.

Los tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora