•Segunda parte del capítulo 7•

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En el pueblo había un niño despreciado por todos, solo porque era diferente a los demás niños; él brillaba, era radiante como si fuera una bombilla andante.

Capto mi atención desde el primer momento que lo ví, lamentablemente tenía prohibido acercarme, mis padres decían que ese niño traía mala suerte y yo siempre pensaba.

¿Cómo es que traería mala suerte un niño que deslumbraba para todos?

No entendía a las adultos y ellos no me entenderían a mi sí les dijera mi punto de vista.

A mí corta edad de 6 años yo ya era un cerebrito y podía entender muchas cosas del pueblo, pero hubo algo que nunca entendía, era los malos que podían ser con ese niño sin padres. Todos lo rechazaban, lo golpeaban y lo insultaban, pero ese niño siempre estaba ahí, iluminando todo.

Un día, mi madre me dió para comprar pan, al salir de la panadería encontré al chico foco, ese era el apodo que le había puesto, siendo golpeado por un señor.

- Y no vuelvas a acercarte a mi puesto! Lo llenaras con tu mala suerte! Largo!

El pobre se fue caminando tocándose su estómago, al pasar junto a mi pude escuchar como le gruñía el estómago por hambre, ví mis panes y voltee decidido.

- Hey! - Lo llame, este detuvo su andar y empezó a temblar.

- Yo... Yo no me volveré a acercar... Perdón. - Dijo sin voltear.

- Yo no me refiero a eso, pasaste al lado mío y escuché a tu estómago rugir, no quieres un pan? - El niño volteo con los ojitos brillosos, abrí mi bolsa y saque un pan - Ten.

El niño parecía dudoso, antes de tomar el pan miro a todos lados fijándose que no haya nadie, luego lo tomo y le dió un mordisco.

- Vaya, si que tenías hambre - Asintio.

- Gracias! - Me dijo sonriendo con alegría y encima su brillo se identifico.

Fue la primera vez que alguien me pareció tan hermoso.

Después de ese primer encuentro, estuve enganchado a su hermosura y lo buscaba cada día para jugar, él al principio trataba de alejarme por el miedo a que alguien se entere, pero luego lo acepto y sonreía a mi lado.

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A los 9 años, algunos chicos empezaron a molestar a Katsuki y cada vez que le pegaban él siempre se iba a una granja abandonada a esconderse, hoy era uno de esos días.

- Katsuki, dónde estás!? Soy yo Eijirō, vamos sal de dónde quieras que estés.

Suspire al no escuchar respuesta alguna; seguí caminando hasta donde había puro eno y cajas de madera.

- Katsuki, no te escondas, vamos. - No lo encontraba - Te aseguro que te protegeré siempre, lo prometo! - Grite para que pudiera escucharme desde donde se encontraba.

- Lo prometes? - Escuché su voz tímida, voltee y lo ví asomándose detrás de una caja.

- Lo prometo - Le sonreí.

Él se acercó a mi corriendo y me abrazo, su luz era cálida al tacto, me encantaba todo de él.

- Te aseguro que haré que todos en este pueblo te amén, Katsuki... Ya nadie te golpeara nunca más.

- No me importa si no me aman... Con tal de que tú lo hagas, estaré bien - Sus palabras sinceras me avergonzaron y le di un pequeño golpe en la cabeza con el libro que había traido - Auch.

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