POV MARTINA.
Tras la llegada de Lourdes nos sentamos en la mesa que habían reservado para la cena. El restaurante era bastante espectacular. La decoración era moderna, minimalista, y había un aura de intimidad provocada por las luces tenues que alumbraban todo el local. Yo habría podido fijarme en esos detalles, si mis ojos no hubiesen estado completamente idiotizados por cierta castaña.
Tras aquel saludo tan breve, que a mi me había parecido que duraba durante siglos, Megan volvió a encargarse de mí, tirando de mi mano, esta vez con fuerza.
- Martina, te lo digo en serio, me estás preocupando. No puedes quedarte en shock cada vez que la ves. ¿Puedes intentar comportarte como una persona normal durante esta noche?- Mantenía mi mano en la suya mientras que susurraba aquello en mi oído, con cuidado de que los demás, que avanzaban delante de nosotras hasta la mesa, no lo escuchasen.
Necesitaba vino.
- Vino.- Le respondí en un siseo tembloroso.
- ¿Qué?- Megan me susurró con desconcierto, elevando un poco la voz.
- Que necesito vino para poder sobrevivir a esta noche Meg joder. - Ella me miró mientras una sonrisa de pena se dibujaba en su cara.
- Estás muy jodida Mar.
Ella me tenía jodida. Me tenía jodida desde el día en que miré sus ojos por primera vez.
Llegamos hasta la mesa que nos había indicado el camarero, y todos comenzaron a sentarse. Yo seguía intentando controlarme. Intentando respirar. Megan me agarró del brazo y me sentó disimuladamente en una silla, mientras ella hacía lo mismo a mi lado.
Escuché como todos comenzaban a charlar animadamente. Así nadie se dará cuenta de que te ha dado una embolia cerebral por dos besos en la mejilla, Martina.
Levanté la mirada para comprobar que mis compañeros no se estuviesen dando cuenta del estado de nervios en el que me encontraba. Sólo me estaba mirando una persona. Galo le estaba hablando mientras que gesticulaba alegremente, pero ella no le miraba. No le miraba porque me estaba mirando a mi. Él, sin embargo, no parecía darse cuenta.
Yo sí que me estaba dando cuenta. Cómo para no hacerlo. Lourdes tenía sus manos escondidas debajo de la mesa. Yo no podía vérselas, pero sus brazos y sus hombros parecían agarrotados por la tensión. ¿Por qué estas así de tensa? ¿No quieres estar aquí?
Pero lo que hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo fue su expresión. Lourdes clavaba sus ojos en mí como si me odiase. Su rostro no tenía dibujada ninguna expresión, estaba seria de una manera que jamás había visto en ella. Pero sus ojos, sus ojos me miraban como si fuese lo último que deseaba ver en el mundo. Cómo si desease que desapareciera.
¿Me odias?
Yo no pude evitar fruncir el ceño de manera interrogante. Ni siquiera era un gesto dirigido hacia ella, fue más bien hacia mi misma, provocado por lo incomprensible que me resultaba que me mirase así, sin motivo alguno. Pero parece que mi gesto la hizo reaccionar. Sus ojos se apartaron de mi. Pude ver como sus hombros se destensaban, ahora al descubierto, ya que se había quitado la cazadora y la había colocado en el respaldar de la silla que ocupaba. Sacó las manos de debajo de la mesa, y mientras se giraba graciosamente hacia Galo, apoyó su barbilla sobre su mano derecha. A los 5 segundos, soltó una carcajada delicada que me hizo arrancar la mirada de ella y concentrarme en la conversación que mantenían las chicas.
¿Por qué me ha mirado con ese odio Lourdes?
Se podría decir que la cena transcurrió con normalidad. Por mi parte hubo toda la normalidad que me fue posible. Intenté con todas mis fuerzas no dirigir mi mirada hacia ella. Casi lo conseguí. Solo me giré para mirarla en las dos ocasiones en las que soltó un par de carcajadas. Pero es que eso no podía evitarlo. La risa de Lourdes González era algo que debería considerarse Patrimonio de la Humanidad. La risa de Lourdes González debería dar nombre a un par de calles. La risa de Lourdes González debería tener un monumento en el centro de la plaza más importante de este país. La risa de Lourdes González...
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Tu olor // Martuli
FanfictionLourdes González se empeña en ignorarme, en no dejarme entrar en su vida. Pero yo, que me la quiero comer a besos, sabía que nuestros caminos tenían que cruzarse. Y lo hicieron. ____ ADAPTACIÓN MARTULI • Todos los derechos a la autora original.