11. Cuatro lunares.

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POV MARTINA.

La impresora dejó de hacer ese ruido tan molesto, lo que significaba que el informe de la semana estaba listo. Me levanté y cogí los folios para volver a revisarlos una última vez. Todo parecía en orden.

Comprobé que eran las doce menos cinco. Me gustaba llegar a las reuniones con Nico aunque fuese un par de minutos antes. Con el informe en la mano, me dirigí hacia la puerta. Y cuando salí al pasillo la vi saliendo de su oficina. Ella también era puntual.

En realidad lo que vi de ella fueron sus pantalones y aquellos tacones tan ridículamente altos. No subí mi mirada. Yo ya no hacía eso. Llevaba dos semanas y dos días sin mirarla. Ni siquiera me permitía hacerlo a escondidas. Ya no quería.

También llevaba dos semanas y dos días sin cruzar una palabra con ella. Tampoco quería.

Lo que sí llevaba era la cuenta de cuántos días llevábamos así.

Esa semana habíamos hecho el informe como la semana anterior, comunicándonos únicamente por correo electrónico. La situación era ridícula. Nuestro trabajo se estaba resintiendo y yo lo sabía. El haber reducido nuestras ya escasas interacciones a cero, provocaba que los resultados que teníamos que entregar semanalmente careciesen de una homogeneidad total.

A mi tampoco me importaba demasiado. No había muchas cosas que lo hiciesen últimamente. Prefería mil veces que me despidiesen antes de tener que volver a tratarla. Después de la escena del baño, la mismísima muerte me parecía más apetecible que pasar más de dos segundos a su lado.

Cuando bajaba la guardia, las palabras que me dedicó Lourdes, después de besarme como si llevase toda su vida deseándolo, aún me retumbaban en los oídos. Nunca había sentido algo como lo que me provocó aquello.

Por lo menos el dolor había servido para obligarme a parar. Ya estaba. Ya no había más fantasías en las que la protagonista era Lourdes. Ya no le componía canciones todas las noches. El golpe contra la realidad fue tan brutal, que llevaba todos esos días en una neblina emocional. Me sentía como un animal herido, lamiéndose las heridas.

Lourdes no es que no estuviese interesada en mi. Es que me despreciaba. La frialdad con la que me trató lo dejó claro. Yo también me despreciaba un poco por dejar que las cosas llegasen tan lejos.

Por eso yo ya no la miraba. No quería.

Sin mediar palabra, ignoré que estaba allí, delante mía, y me dirigí hacia la oficina de Nico. Ella hizo lo mismo, sus pasos siguiendo los míos, en silencio.

Pasamos por la mesa de Megan y yo la saludé sin detener mis pasos. Había intentado que le contase qué me pasaba. Probó a invitarme a salir de fiesta con ella. Probó a interrogarme en mi oficina. No consiguió nada. No podía contárselo. Todavía me escocía demasiado.

Escuché que Lourdes también le dedicó un breve hola.

Después de tocar la puerta de nuestro jefe con suavidad, estábamos las dos en su despacho. Nos sentamos en las sillas que estaban frente a la de Nico, que no parecía darse cuenta de la tensión que había en el ambiente. Ojeaba nuestro informe mientras que realizaba anotaciones.

- Ha aumentado el tiempo que los usuarios pasan en nuestra pagina web. Eso significa que el nuevo diseño está funcionando. ¿Habéis incluido la comparativa con el tiempo de la semana pasada?- Hablaba con la vista fija en las hojas. Ante la falta de respuesta de Lourdes le respondí yo.

- Si, lo hemos incluido en el anexo. El aumento es bastante importante.-

Nico hacía preguntas y comentarios, pero Lourdes no emitió sonido alguno. Desde que llegamos no había abierto la boca. Aun así, yo me negaba a mirarla. Estábamos demasiado cerca. Además, yo ya no hacía eso.

Tu olor // MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora