Capítulo 33

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Palmer

3 de mayo de 2015

Cuando intento abrir los ojos un dolor punzante me hace volver a cerrarlos de inmediato. Tardo un par de segundos en intentar moverme y, cuando al fin lo hago, hay dolor. Me duele el rostro y los brazos, al flexionar los dedos mis muñecas arden. Tomo momento para respirar profundamente y ordenar mis pensamientos.


Lo último que recuerdo es estar caminando por el estacionamiento del centro comercial para encontrarme con mamá. Me enfoco únicamente en ese recuerdo y, lentamente, los demás van llegando a mí. Recuerdo a los dos tipos que me asaltaron y el golpe contundente de su arma; recuerdo las cuerdas en mis muñecas y tobillos y la cinta en mi boca, también recuerdo un fuerte golpe y cristales rotos a mi alrededor.


Estos recuerdos, todas estas imágenes me llegan en secuencia. La desesperación hace mella en mí y antes de siquiera darme cuenta el llanto sube por mi garganta. Los sollozos me sacuden, es un llanto que me ahoga en pánico y cuando siento que unos brazos me rodean intento apartarme y, a pesar de las punzadas de dolor y cualquier otra cosa, mis instintos de supervivencia me hacen gritar pidiendo ayuda.


—Palmer, Palmer, soy yo. Soy Gerard. Soy tu hermano.


Al principio no entiendo las palabras que me están diciendo. No sé si son amenazas o advertencias, pero poco a poco el tono apaciguador consigue llegar hasta mí y, gracias al cielo, reconozco la voz que me habla. Reconozco la voz de Gerard y entonces toda esta angustia, todo este miedo, se transforma en alivio. Me aferro a él con desesperación y permito que me abrace, que me envuelva en su calor. Su toque me reconforta, su cercanía tranquiliza mi espíritu.


No sé si toma minutos, horas o días hasta que me tranquilizo lo suficiente como para apartarme y por fin atreverme a mirarlo. Él es real, verdaderamente está aquí, conmigo. Deja una muy leve caricia en mi mejilla. Su gesto es difícil de descifrar, sin duda hay dolor en él, pero también alivio.


—Hola, Palmerita —habla, mirándome a los ojos.


—Gerard... —mi voz se quiebra en la última sílaba, pero a él no le importa.


Esa simple palabra, ese simple nombre está cargado de significado y ambos lo sabemos.


—No necesitas decir nada, hermanita. Ya estás a salvo. Estoy aquí, contigo.


Su mano toma la mía y la aprieta, entonces maldice. Yo también soy consiente de ello, del líquido viscoso y caliente que empapa mi mano. Sangre. Inmediatamente va a llamar a una enfermera y casi en seguida me están atendiendo y reconectando la intravenosa que, en mi ataque de pánico, arranqué.


Mientras pinchan mi mano y cambian mis sábanas manchadas me permito ser consiente de mi entorno. Máquinas cuya función desconozco, paredes blancas, sábanas pulcras y planchadas y el aroma antiséptico. La enfermera me informa que todo está nuevamente en orden. Cuando abre la puerta para salir escucho voces en el pasillo. Vuelvo mi atención a mi hermano.


—¿Mamá y papá están aquí?


Prototype Música y Contraste [Serie Fama y Gloria #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora