A media tarde Shmuel se había marchado no sin antes repetirla que debía guardar reposo total.
Llamaron a la puerta del dormitorio dejando entrar a Eli que traía una bandeja con comida.- Tienes que comer algo- le explicó dejando sobre la mesita de noche la bandeja.
- No tengo hambre- espetó Ziva sin dirigirle siquiera una mirada.
- Si no comes por ti hazlo por el bebé.
Se incorporó hasta quedar sentada en la cama y cogió el sándwich. Ziva lo abrió para ver su contenido extrañada.
- No lleva veneno si es eso lo que buscas- aclaró Eli.
- Lleva queso con el jamón, es lo que estaba mirando. No es precisamente kosher.
- ¿Crees que no sabía que Tali y tú os tomabais unos buenos bocadillos de queso después de comer?
No pudo evitar una leve sonrisa al recordarlo. Como se iban a escondidas tras un árbol frondoso que había en el jardín. Tali se encargaba del queso y ella del pan.
- Puedes quedarte todo el tiempo que quieras- le ofreció Eli.
Sabía que tampoco tenía otra opción. Tony nunca la perdonaría que se marchara poniendo en peligro a su hijo. Ella misma no se lo perdonaría jamás. Pero había ido a parar al sitio al que juró no volver nunca.
- Descansa un poco.
***
Ziva miraba el reluciente teléfono en la cómoda. Era tentador y demasiado simple. Marcar el número, esperar unos segundos y volver a escuchar su voz una vez más, con ese deje de chulería, su confianza diciendo su nombre... habían pasado cinco meses y se estaba volviendo loca sin ellos.
Como si supiera la locura que estaba a punto de hacer su madre el bebé decidió que era un buen momento para moverse. Ziva sintió las pataditas en el vientre sacándola de su atontamiento.
- Gracias pequeñín, nos has salvado a todos- dijo ella poniendo la mano sobre la zona que estaba el niño.
Eli entró con dos humeantes tazas de infusión de rosas. Le entregó una a Ziva y se fue a sentar al sillón que había junto a las estanterías abriendo el periódico local.
- ¿No deberías estar en la cama?
- No, tengo que hacer reposo no pasar todo el maldito día recluida- espetó ella exasperada.
- Te pones del mismo humor que tu madre cuando estaba embarazada- recordó Eli con una cálida sonrisa.
Él siguió con su lectura dejando a Ziva haciendo memoria de la última vez que aquella habitación había albergado una imagen tan hogareña.
Tali era tan solo un bebé que gateaba por la habitación mientras ella abría emocionada su regalo de cumpleaños, rasgando sin miramientos el papel. Dentro un juego de estrategia naval que le encantó. Ahora era ella la que tenía bebés y era su propia hija la que hacía tan solo un mes había celebrado su cumpleaños. Esperaba que lo hubiera pasado bien.
***
Pasaron los meses, haciéndosele eternos encerrada en aquella casa, pasando los fines de semana con su padre. La única ventaja es que su relación parecía haber mejorado, no dejaba de interesarse por ella, por el bebé. Hablaban durante las cenas y las comidas como nunca antes.
Ziva salió a pasear por la playa como todas las mañanas dejando que la suave brisa del mar le despejara durante un rato.
Media hora más tarde sintió que no podía más y fue a sentarse a un banco de piedra en el jardín trasero de la casa.