Apartamento Tony y Ziva
Tony se despertó al notar que infinidad de besitos le recorrían la cara y el cuello.
- Arriba papá- dijo Becky retirando la sábana de un tirón.
- Hoy es domingo, papá quiere dormir, pequeña- dijo apartándola con una mano y recuperando la sábana.- Alguien ha robado tus películas- le dijo la niña dejando escapar una risa entre dientes.
- ¿Desde cuando eres tan retorcidamente lista?- preguntó Tony tirándola sobre la cama y haciéndole cosquillas hasta que se retorció de risa.
Le aliviaba que su hija estuviera tan alegre, tal vez porque su joven mente no recordase que día era, pero él si lo tenía grabado a fuego en la suya y solo quería quedarse en la cama deseando que pasara con rapidez.
Finalmente decidió dejar de lado la autocompasión y se levantó de la cama dispuesto a prepararle a la niña un desayuno digno de una princesa.
- ¿Quieres tortitas?- le preguntó sacando los ingredientes de la nevera.
- ¿Las vas a preparas tú?- preguntó recelosa Rebecca.
- Claro, si una rata sabe cocinar yo también.
Después de una tanda calcinada, Tony dejó con un gesto triunfal un plato de humeantes tortitas sobre la mesa. Sentándose juntos, la niña comenzó a devorar una detrás de otra ante la mirada orgullosa de su padre.
- ¿Hoy vamos a ir al cementerio?- preguntó Becky terminando su leche.
- No- negó Tony.
- Pero papá, hay que ir- insistió ella.
- ¿Por qué?
- Porque hoy hace un año que se fue. Tenemos que visitarla y llevarla flores.
Pensativo la observo terminar su desayuno. Parecía estar contenta, sin que le doliera hablar de Ziva y que recordarla no la hiciera un nudo en el estómago. ¡Cómo la envidiaba!
- Está bien, arréglate e iremos- cedió Tony.
La acompaño hasta una floristería para que escogiera unas flores. La niña miró en su derredor pero no encontró lo que buscaba y con decisión fue hasta el dependiente de aspecto afable.
- Disculpe señor, ¿tiene tulipanes? A mi mamá le gustaban mucho- le explicó la niña.
- Claro bonita, ¿de qué color?
- Morados.
El dependiente le preparó un ramo con las flores que Rebecca recogió con ilusión. Salieron a la calle y la niña busco a su alrededor.
- Nos falta una piedra- dijo ella dirigiéndose con paso firme hasta un parque cercano.
- ¿Para qué?- preguntó Tony extrañado siguiéndola el paso.
- Papá, no sabes nada. Mamá era judía. A los judíos hay que dejarles una piedra en la tumba.
No era momento para explicarle que su madre era más judía de costumbre que religiosa. Se la veía emocionada con saber esa información y poderla poner en práctica.
Después fueron hasta el cementerio, aparcó y antes de salir del coche se volvió hacia su hija para hacer una última comprobación.
- ¿Sigues queriendo entrar?
- Pues claro- contestó ella abriendo la puerta.
Anduvieron por el césped hasta dar con el lugar exacto. Rebecca fue hasta la sencilla lápida mientras Tony se quedó apartado junto a un árbol sin perderla de vista temeroso de que no estuviera tan bien como aparentaba.