Sala de autopsias
Tony había pasado media noche sin dormir pensando si debía preocuparse por la insistencia de su hija con la idea de haber visto a Ziva o solo era una idea infantil a la que no darle importancia.Al mediodía decidió bajar a autopsias en busca de alguna aclaración antes de volverse loco.
- Abby te está buscando-le dijo a Palmer.
- Pero si acabo de estar con ella- rebatió él confuso.
- Señor Palmer, váyase a tomar un descanso-le pidió el forense con una mirada elocuente.
Cuando Palmer se marchó Ducky le ofreció una silla junto a su escritorio.
- ¿Qué te inquieta, Anthony?
- Se trata de Becky. Parece el niño de El Sexto Sentido. Está obsesionada con que ha visto ha visto a Ziva.
- ¿Cuándo empezó?- quiso saber el forense con interés.
- En el aeropuerto cuando volvíamos de Los Ángeles.
- Es un comportamiento normal las primeras semanas o los primeros meses después de la pérdida de un familiar tan cercano pero es algo excesivo después de tanto tiempo.
El forense buscó en una agenda y sacó una tarjeta que entregó a Tony.
- No pienso llevar a mi hija a un psicólogo, no está loca- protestó Tony devolviéndole con prontitud la tarjeta como sí solo por el hecho de tenerla significase que la niña tuviera problemas.
- Tony, no digo que lo esté pero puede ser un signo de un problema mayor. ¿Sabes? Esto me recuerda a aquel...
- Ducky, por favor- le paró Tony impaciente.
El hombre escrutó el rostro del agente. Hablar con él siempre era complicado, se había vuelto sobreprotector con la niña y sobre su estado ni se podía preguntar. No quería que se cerrara de nuevo ahora que había conseguido que recurriera a él con dudas.
- Está bien, puede que también sea exceso de imaginación, los niños en la edad de Rebecca tienden a crear historias en su mente- explicó el forense- ¿Por qué no la traes una tarde y hablo con ella?
- Eso está mejor-le dijo devolviéndole la tarjeta.
***
Apartamento Abby y McGeeAbby le había preparado una pequeña fiesta de cumpleaños a Becky, solo con la "familia". Este año la había estado esperando con ansias durante semanas y le había pedido que le dejara ayudar porque según ella ya era una persona mayor.
Pasaron la tarde encerradas en la cocina preparando bizcochos y algo de picoteo.
Cuando terminaron se reunieron con los chicos en el salón para cenar. Tras arrasar con la comida llegó la hora de entregarla sus regalos. Un collar de pinchos de parte de Abby y McGee, un habitación de madera para su casita de muñecas de parte de Gibbs y dos cuentos de parte de Palmer y Ducky.
- ¿Y tu regalo, papi?
Tony sacó una cajita rosa con un lacito negro coronando la tapa. Becky la abrió con delicadeza y sacó una cadenita de oro con una R colgando.
Se asustó al verla llorar. No quería que ocurriera como el último cumpleaños.
- Se lo regalé a tu madre el día que naciste, seguro que le habría gustado que lo tuvieras.
Becky sostuvo en su manita la joya mirándola como si fuera el mayor tesoro que le pudieran haber dado.
- Gracias, es muy bonito- dijo abrazando y colmando de besos a su padre.