Hospital universitario Georgetown
- ¡Ohdiosmiodiosmiodiosmio! ¿Cómo está?- preguntó Abby entrando a saltitos en la sala de espera.
- Por ahora no se sabe nada, aún está en el quirófano- le explicó McGee.
- ¿Quién ha sido?- No lo sabemos. Teníamos a todos los sospechosos controlados y de repente escuchamos el disparo.
- Dadme esa bala y encontrare al imbécil que le ha disparado.
Ducky llegó con la niña que traía cara de asustada todavía con su mochila del colegio colgando de los hombros.
Becky se sentó en una de las sillas blancas de la sala y permaneció un rato sin decir nada con la mirada pérdida.
- ¿Han hecho daño a papá?- preguntó la niña.
- Se pondrá bien- le prometió Gibbs.
El médico que tres horas antes se había llevado a Tony al llegar a urgencias entró en la sala de espera en busca de la familia de Anthony DiNozzo. Se presentó como el doctor Thomas Rhoads.
- Ha tenido mucha suerte ya que la bala no ha perforado ningún órgano vital y hemos conseguido extraerla sin complicaciones- explicó el doctor Rhoads.
- ¿Podemos pasar a verle?- preguntó Abby impaciente.
- Le hemos suministrado calmantes y aún está bajo los efectos de la anestesia. Pueden pasar mañana.
Cuando el doctor se hubo marchado Rebecca se quedó plantada en la silla mirándoles con carita apenada. Gibbs fue a su lado a esperar que hablara.
- ¿Qué pasa conmigo?- le preguntó ella.
- Te vienes a mi casa. ¿No te lo explico Tony?
- Sí, me dijo que tú eras mi... ¿tutor se dice?
- Exacto. Vamos, pasaremos por casa a recoger lo que necesites y después te vienes conmigo.
- Tengo hambre.
- ¿Pizza?- preguntó Gibbs.
- Por supuesto- confirmó Becky enseñando la primera sonrisa de la tarde.
***Despertó aturdido en una habitación blanca. Sentía el cuerpo entumecido y tenía la visión algo borrosa. ¿Qué hacía allí? Recordó que le habían disparado. Intento enfocar y miró a su alrededor en busca de alguna pista del lugar donde estaba. Entonces la vio. Estaba de pie junto a la cama, sosteniéndole la mano vestida con una especie de túnica verde y su misma sonrisa. Igual de guapa que siempre.
Intentó incorporarse pero el dolor en el abdomen fue tan intenso que la cabeza comenzó a darle vueltas. Ella le puso una mano en el hombro y con delicadeza le ayudó a tenderse en la almohada.
- No te hagas el valiente- le reprendió sentándose en el borde de la cama.
- ¿Estoy soñando, alucinando, se les ha ido la mano con los calmantes o simplemente estoy muerto?
- Un poco de todo, excepto lo de estar muerto.
- ¿Y por qué estoy soñando o alucinando contigo?
- Quería comprobar que estuvieras bien- explicó ella haciéndole caricias en el brazo- ¿Cómo esta Rebecca?
- Es una niña fuerte. Está bien.
- ¿Cómo estás tú?
- Yo no soy tan fuerte- reconoció Tony. Al fin y al cabo los sueños son sueños- Te echo de menos.