Seis años antes
Audrey
-¡Dios! Me va a explotar la cabeza.- Pensé nada más abrir los ojos. Estaba tumbada en mi cama con el vestido de anoche y la luz del día entraba por la ventana.
Me incorporé a pesar de que la cabeza me dolía horrores y me levanté para ir al baño.
Menos mal que tenía un baño propio y no tenía que salir de mi habitación para llegar porque lo último que me apetecía era encontrarme con mis padres y que me hiciesen preguntas.
Llegué y busqué entre todos los cajones unas malditas aspirinas.
Estaba perdiendo ya la paciencia después de un rato buscándolas hasta que ya por desesperación abrí un armario para ver si por casualidad estaban ahí y justo las encontré.
Abrí el bote desesperada y saqué una pastilla.
Me acerqué al grifo y llené un vaso que había en el mueble del lavabo y me tomé la pastilla.
Tras terminarme el vaso suspire aliviada y deje otra vez el vaso en su sitio.
Mi mirada se posó en el enorme espejo del baño y me fijé en que tenía un aspecto horrible, tenía todo el maquillaje corrido y olía a alcohol.
Así que para arreglarlo un poco me quité el maquillaje con unos algodones y agua micelar y me di una ducha bien larga.
Cuando salí envuelta en una toalla fui a mi vestidor a elegir mi ropa para hoy. La verdad es que tenía una resaca horrible y no me apetecía arreglarme así que me puse unos pitillos, una sudadera blanca y mis Converses. Ni me molesto en maquillarme y el pelo me lo recogí en un moño suelto.
Una vez lista cogí mi móvil y miré la hora, aún quedaba un rato para verme con Clara así que cogí mi bolso, guardé el móvil dentro y salí de mi habitación.
Avance hasta las escaleras y mire si había rastro de mis padres, gracias a Dios, no estaban pero por si acaso baje rápido y salí de casa sin despedirme.
Comencé a andar calle abajo hasta llegar a mi cafetería favorita, entre en el local y me acerque al mostrador pero había cola así que me tocó esperar.
Me coloque detrás de un chico que me resultaba muy familiar pero no terminaba de saber quien era.
Así que Audrey siempre tan impulsiva, le toque la espalda para llamar su atención. El chico se giró y fue ahí cuando le reconocí, como olvidar esos ojos azules.
-¡Logan!- exclamé al verlo.
-Audrey, me alegra verte.-me respondió.
-¿Qué haces aquí?-le pregunté.
-Supongo que lo mismo que tú.-contestó.
-Es obvio.-pensé.- Cómo podía haber preguntado eso, he quedado como una tonta.
En vez de responder le dedique una bonita sonrisa y me sonroje.
-Me alegra volver a verte, Audrey.
-Lo mismo digo, Logan.-
Nos quedamos en silencio un rato hasta que le tocó su turno y pido un café para él y otro para mi.
Cuando me dio el vaso de cartón con el café había algo escrito. Un número de teléfono.
Levante la mirada del vaso y le sonreí como una tonta enamorada.
-Si quieres que nos volvamos a ver, solo tienes que llamarme.-Dijo antes de salir del local.
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Más allá de lo racional
RomanceAudrey Hamilton es libre, rebelde e independiente. Nunca le han gustado los juegos de sus padres por eso ellos hartos de su comportamiento deciden mandarla a vivir a Nueva York, concretamente, a casa del hijo de unos amigos suyos, Logan Ross, un chi...