Audrey
La luz entró por la ventana de una habitación que no era la mía. Cuando abrí los ojos me descubrí desnuda en una enorme cama. Me giré desubicada y le vi. Diego, con su cuerpo escultural y despeinado tumbado a mi lado. Sonreí al pensar en todo lo que pasó anoche.
Cuando salimos de la discoteca nos fuimos a un hotel que había al lado, cogimos la habitación más lujosa que había y lo hicimos en la increíble cama con vistas a todo Nueva York. Había sido el mejor polvo que he echado en mucho tiempo. Diego me hizo sentir poderosa e increíblemente sexi.
Pero ese no era el cuerpo que yo deseaba y buscaba de verdad. Como desde hace mucho tiempo me vi buscando un tatuaje que sabía que solo tenía una persona, la persona que más viva me ha hecho sentir.
-Buenos días.- dijo una voz detrás de mí mientras me acariciaba mi espalda desnuda.
-Buenos días.- conteste y me estremecí ante su contacto.
-¿Cómo has dormido?- preguntó Diego.
Antes de contestarle me volví a él y le mire. Sonreí.- Como no lo hacía en mucho tiempo.- contesté y le bese.
Nos separamos y yo me fui al baño.
Me encerré en él y me miré en el espejo.
Sonreí como una adolescente enamorada al recordar la noche que había vivido. Estaba claro que esto no había sido un polvo espontáneo, creo que va haber muchos más.
Me di una ducha y al salir del baño envuelta en una toalla blanca y el pelo mojado encontré un carrito enorme lleno de comida.
-Espero que tengas hambre.- dijo Diego.
-No te imaginas cuanta.-
Me acerqué al carrito donde había de todo. Fruta, café, tortitas, huevos... Parecía el desayuno de la reina de Inglaterra.
Diego me sirvió una taza de café mientras me ponía la ropa interior
-Toma.- me dio la taza humeante.- La vas a necesitar.
-Y tanto.- di un sorbo.- Gracias.- le agradecí y le dediqué una sonrisa traviesa que él me devolvió.
Estuvimos desayunando los dos juntos y cuando terminamos él se ducho, nos terminamos de vestir y abandonamos la habitación del hotel.
Diego me acompañó hasta la moto y nos despedimos.
-Bueno- comencé a decir.- Me lo he pasado muy bien.- dije al final.
-Yo también.
-Esto... a lo mejor sueno muy lanzada pero cuando quieras podemos repetir.
-Audrey, por mi no hay ningún problema, créeme me ha encantado oírte gemir mi nombre mientras te corrías pero no quiero meterme entre Logan y tú.
Mierda Logan y la relación falsa. Que hago, ¿Se lo digo?
-Lo entiendo pero no creo que a Logan le importe mucho teniendo en cuenta que él se acuesta con todas menos conmigo.-
La cara de Diego en ese momento fue un auténtico cuadro, al principio no dio crédito a lo que acababa de decir pero luego una sonrisa traviesa se le dibujó en la cara.
-En ese caso, llámame cuando quieras.- pronunció.
-Eso me gusta más.- concluí yo antes de ponerme el caso y montarme en la moto.
Arranqué y puse rumbo al ático.
Llegué al edificio, dejé la moto en el garaje y subí con una sonrisa tonta al ascensor.
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Más allá de lo racional
RomansaAudrey Hamilton es libre, rebelde e independiente. Nunca le han gustado los juegos de sus padres por eso ellos hartos de su comportamiento deciden mandarla a vivir a Nueva York, concretamente, a casa del hijo de unos amigos suyos, Logan Ross, un chi...