XXI: De vuelta a casa

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De ante mano, Gracias por leer.

Aℓ σтяσ ℓα∂σ ∂єℓ єѕρєנσ

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──Existe una última opción para salvarla──. Repuso la pelinegra, chocando miradas con Bakugou.

La esperanza volvió a los ojos del rubio.

──¿Cuál? ──. Se apresuró a preguntar, mientras daba un par de pasos hacia la pelinegra.

──Que regrese a su mundo──. Habló, haciendo que el chico de la capa roja se detuviera. ──En su mundo no existe tal cosa como la magia. Sí cruza el espejo, la maldición se extinguirá──.

──Pero, ¿Cómo?. Tu lo has dicho, el espejo solo funciona cuando hay luna llena──. Katsuki comenzaba a pensar que aquellas chicas habían ido únicamente a burlarse de él. ── Falta una semana para que la luna llena llegue. ¡Será demasiado tarde!──.

──Hay una forma de abrir el portal sin necesidad de la luna llena──. Habló Kuroyuki luego de lanzar un suspiro. ──Tráela aquí mañana. Me encargaré de llevarla de vuelta a donde pertenece──. Sin decir más la pelinegra se dio la vuelta y emprendió su camino fuera de la cueva.

Tras ella iba su hermana, quien se retiró luego de hacer una leve reverencia frente al chico de ojos carmín.

Tras ella iba su hermana, quien se retiró luego de hacer una leve reverencia frente al chico de ojos carmín

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Katsuki regresó a la aldea a paso lento, tan lento que la noche había logrado alcanzarlo. Cuando estuvo frente a la entrada de la aldea, elevó su vista al cielo encontrándose con una luna semirredonda.

──Si tan solo──. Pensó, empuñando sus manos.

Cuando estuvo a pocos metros de la carpa de sus padres, aceleró el paso. Muy en el fondo, tenía la esperanza de que todo fuera un mal sueño, de que ella estuviera bien, de que ella estaría ahí sonriéndole dulcemente como siempre. Pero aquello no era un sueño, y cuando cruzó la puerta se dio cuenta de ello.

Ochako seguía allí. Sí, pero no tenía aquella sonrisa dulce que lo hacía sonrojar. Ochako estaba inmóvil, con sus ojos cerrados como si durmiera tranquilamente.

"Si ella estuviera consciente sufriría de dolor. Considéralo un regalo del espejo"

Las palabras dichas por la pelinegra resonaron en su cabeza, haciéndolo soltar un poco de aire. Ciertamente, prefería ver a su amada con un rostro tranquilo, que con uno lleno de dolor y agonía.

Katsuki se acercó a ella y la miró fijamente. A su mente vino un libro que vio en la biblioteca, uno que ilustraba a una princesa tranquilamente dormida y a un príncipe, quien con un beso, despertó a la doncella. Era tonto pensar que algo así podría funcionar en la vida real, pero no perdía nada con intentarlo.

Lentamente se acercó a ella y depositó un suave beso sobre sus quietos labios. Fue un beso frío, no fue capaz de sentir calor alguno, o aquel dulce sabor que probó la primera vez que la besó.

Al otro Lado del Espejo [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora