Prólogo

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El clima se encontraba sereno, una serena brisa acompañaba el ambiente mientras que en el cielo azul se dibujaban nubes de aspectos grisáceos, no parecía que llovería pero tampoco parecía un ambiente seco, podría decirse que se igualaba a estos dos jóvenes cuando eran encontrados en un mismo lugar.

Días más tarde, después de que la tormenta de problemas ya había terminado, solo quedaba una ligera llovizna sobre sus corazones, pequeñas gotas que no tenían tanta importancia. 

Realmente, Tord y _____ no eran el mejor ejemplo de unas almas gemelas, tampoco el prototipo de la relación perfecta que todos soñaban, para nada. Sin embargo, ambos le pusieron definición a lo que ellos dos crearon, porque una etiqueta le quedaba demasiado pequeña a lo suyo.

Ella soltó un suspiro, lamentándose al ver las siguientes acciones por parte del chico.

—Si sigues así, acabará contigo —indicó en un tono severo, dejándole en claro que no le agradaba esa situación.

El la miró burlón, encogiéndose de hombros, restándole importancia a lo que dijo mientras sacaba del bolsillo de su chamarra la pequeña bolsa.

Era una grata compañera pero una destrucción a la vez. De eso, él estaba completamente consciente, aunque realmente le importaba una reverenda mierda si eso le afectaba.

_____ bufó rendida ante lo dicho por el rubio, no entendía por qué Tord seguía haciendo eso si sabía las repercusiones que traería consigo, pero pensándolo bien, no entendía nada de lo que viniese de él. La palabra incógnito lo definía demasiado bien para su comportamiento. La mente de los hombres, o quizá solo la de él, era demasiado complicada de entender.

Sin dejar en silencio el espacio entre los dos, ella volvió a tomar el habla:

—De acuerdo, pero, ¿Al menos puedes evitar hacerlo en frente de mí?

Se encontraba abrumada por todo. Y al decir por todo, no solamente era por la gran escena que el chico le proporcionaba al frente sino por aquello que estaba ocurriendo a su alrededor. Sí, también el cambio climático. 

_____ sabía que bien podría darse la vuelta e irse lejos de ahí, pero no quería hacerlo. En realidad, no podía dejarlo solo de nuevo.. No ahora.

Ella, al instante que vio cómo los labios de Tord se separaban dándole paso a su lengua para relamerlos, se preparó ante cualquier mofa proveniente de él.

—Yo no te estoy reteniendo, te puedes marchar —respondió jocoso.

Alejándose de la chica, se sentó sobre la acera de aquella calle vacía y abrió la bolsita, danzando su cabeza de un lado a otro y, sin rechistar o siquiera disimular, cogió una pequeña parte con aquel amuleto en forma de perico y esnifó el polvo. 

_____ lo miró con un poco de duda y tristeza, recapituló lo que antes pensó y se volvió a preguntar si lo mejor era dejarlo solo y obtuvo el mismo resultado: no quería irse, quería quedarse y estar como hace unos minutos atrás, donde bromeaban sobre aquel apodo que a él le parecía tan ridículo.

La irritada chica, tragando su dignidad y orgullo, dio una gran bocanada de aire y prefirió sentarse a su lado.

—He oído de ti últimamente por los pasillos del instituto —fue él quien esta vez rompió el silencio—. Eso es nuevo.

—¿Sobre mí? —cuestionó la pelinegra con una mirada inquietante y su ceño fruncido, dándolenotoriamente que no entendía su confesión. 

—Seh —chasqueó, al mismo tiempo que sacaba su cajetilla y cogía un cigarrillo.

Y aquí venía otra de sus tristes adicciones. Después de todo, Tord consumía muchas cosas, no le sorprendería que al día siguiente estuviera en la esquina de una calle inhalando thinner.

—Así que le has dado un buen golpe en la cara a Matthew —Tord lesoltó, mirándole con diversión y esbozando una sonrisa, haciendo que su hoyuelo se remarcara y chocó su rodilla contra la de ella. 

—Algo así —_____ musitó un poco apenada por el tema de conversación—. Dicen que se ve más atractivo con él.

—Quizá —confesó, a la vez que se encogía de hombros. La menor frunció su nariz por ello.

—¿Debería sentirme mal? —interrogó, sin saber si lo que había hecho era correcto o no.

—No. —El rubio le sonrió de lado con una pizca de diversión, relamió sus labios y dejó salir un poco de aliento entre ellos—. Pero al menos ya entiendo por qué tu nombre resonaba por todos los pasillos nuevamente.

—Creen que soy patética. —_____ rio sin ganas, porque estaba segura de que así pensaban todos.

Ambos se quedaron en silencio durante un momento, hasta que él habló:

—¿Sabes? —La miró con dureza—. Deja que se rían de lo patética que creen que eres, al final de cuentas todos terminamos igual... —Dio una calada a su cigarro y dejó escapar el humo—, en un boulevard de los sueños rotos.

𝐁𝐨𝐮𝐥𝐞𝐯𝐚𝐫𝐝┃Tord LarssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora