Capítulo 22

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Pov. Tord

-Matilda será mi cita -dijo Paul.

-No, no lo será -contradije caminando entre los asientos de la sala-. Eres una mierda para flirtear.

Tal vez Paul era lo demasiado puto, o yo lo demasiado amargado para verle el trasero a las chicas. Eso lo consideraba enfermizo, pero para él aquello lo denominaba un placer estético de la vida. La jodida marihuana estaba quemando sus pocas neuronas y las estaba sustituyendo por muchas hormonas.

Y lo último era real. Él no sabía flirtear. Siempre terminaba sacando como conversación el verano de hace unos meses donde tuvo que cuidar a los perros de su vecina -los cuales- una vez vieron un gato y él tenía enredada sus correas alrededor de sus brazos y, por pura ley, los perros corrieron y consigo, arrastraron por todo el vecindario al chico.

Solo faltaba que su tema de conversación fuera algo: ¿Te gusta el porno? ¿Con historia o sin historia?

O tal vez ya lo había hecho.

No sé cómo es que siempre terminaba haciendo coito con una chica diferente cada fin de semana.

-¿Por qué no? Es linda y aparte tiene un buen cuerpo -declaró levantándose del asiento donde se encontraba.

-Paul, por favor -mofé.

Matilda, una de las porristas del equipo de rugby, alguien que no combinaba con Paul. Absolutamente nada. Paul no era feo. Más bien parecía como uno de esos tipos que se miran tiernos, pero son unos hijos de puta. La señorita Hargreaves le daba un aire a Chloe Grace Moretz, sí la que había actuado en la película de terror de Amityvile, solo que crecida.

Mi querido amigo estaba interesado en ella, pero por ser una cara bonita.

-Me coqueteó aquella fiesta en la noche cuando esperaba su vaso de alcohol. Oh, vamos Tord, solo consígueme una cita con ella, no te costaría mucho -jadeó suplicante.

-Por el amor a Dios, apenas me vea saldrá corriendo, ¿crees que quiera entablar una plática con el drogadicto del instituto? -farfullé cansado y me puse de rodillas en el suelo.

-Sabes que no eres eso.

-Pero todos piensan que sí.

-¿Y eso afecta en lo que realmente eres? Tú y yo sabemos que no es así.

Preferí no decir nada, solamente vi por debajo de los asientos como él se volvió a sentar, pero esta vez en uno de los peldaños de las escaleras de la sala.

Di un suspiro largo y levanté el envoltorio de chocolate que había debajo de uno de los asientos para ponerlo en la bolsa de basura. Estúpida gente que tiende a dejar su miserable basura. ¿Por qué demonios estaba limpiando su mugre? Oh cierto, es mi castigo.

Era viernes. Y me la estaba pasando de maravilla. Claro.

Me senté sobre mis piernas y saqué dos rollos blancos de mi bolsillo, llevé uno directamente a mis labios y lo encendí, al momento que este desprendió su olor, la mirada del moreno fue directamente a mí.

-¿Qué haces? ¡Se encerrará el olor! -reprendió un poco asustado.

-Sí, bueno, yo odio este maldito lugar -rechiste y sin dudarlo lleve el joint a uno de los asientos y con la parte encendida lo hundí en él causando que se quemara y un agujero quedara plasmado ahí.

-Estás loco -Paul dijo y se cubrió el rostro.

-¿Quieres? -ofrecí.

-Sí. -Se quitó las manos de la cara y se levantó para coger el otro rollo. Eché una risa.

𝐁𝐨𝐮𝐥𝐞𝐯𝐚𝐫𝐝┃Tord LarssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora