Capítulo 8

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Pov. _____

El deporte nunca fue uno de mis fuertes, la actividad física no estaba entre mis facultades que hiciera con facilidad u orgullo. 

No era un secreto que yo fuese la peor en la clase. 

El entrenador Smith no paraba de gritarme y hacer sonar aquel quejoso silbato para que corriera sin detenerme. 

Apenas llevaba dos vueltas de cinco, alrededor de trescientos metros y yo ya proclamaba por todo el oxígeno del mundo. No podía seguir.

Rendida, me detuve jadeando y me apoyé sobre las rodillas. Tendría que aguantar al señor Smith gritándome de nuevo.

—¡Anda, _____, espabílate! —oí que exclamó Eduardo, uno de mis compañeros.

—¡Ni de broma! ¡Ya no puedo!

—¡Exagerada! —carcajeó el castaño español—. ¡Te espero el año que viene en la meta, maja!

Me limité a entrecerrar los ojos y mostrarle el dedo del medio.

Usualmente me llevaba mejor con los chicos. En realidad, me sentía en confianza con aquellas grandes bestias, me divertía mucho, aunque sus pláticas se basasen en obscenidades, curvas y videojuegos.

Escuché una risa familiar, ronca, sabía de quien se trataba. Volteé hacia aquella dirección en las gradas, las cuales no estaban tan lejos de donde yo me encontraba jadeante. 

Tord me miraba divertido con sus manos dentro de los bolsillos de su polerón negro, mientras levantaba sus cejas.

—¿Te diviertes? —Él habló primero, preguntando por lo alto y mirándome en espera de mi respuesta.

—Sí, lo hago, es fantástico correr bajo el sol —le di una sonrisa falsa. 

Traté de recuperar mi respiración normal, abatiendo mis manos en frente de mí y dando una gran bocanada de aire.

Él hizo una seña con su cabeza para que me acercara. Giré mi cabeza en busca del entrenador.

Aún no regresaba. Soltando un suspiro y no muy convencida, me acerqué a él. Me detuve a una distancia considerable de las gradas. Alcé la mirada y Tord se encontraba con sus brazos apoyados en el barandal. 

Él estiró uno de ellos a mí y lo miré con el entrecejo fruncido.

—Sube —pronunció suave ante mi mirada confusa.

—No puedo, si el profesor me ve me hará correr el doble de lo que me hace falta —expliqué mirándole con una mueca de ímpetu por su petición.

Tord rodó los ojos, pero no quitó su mano incitándome a que la agarrase. 

La tomé y él me subió fácilmente. Crucé una de mis piernas por el barandal torpemente haciendo que se enganchara, jadeé. Tord rio. 

Su brazo se posó por mi cintura y ayudándome a cruzarla completamente, zafó mi pierna y una vez que pude tener mi equilibrio lo miré.

—¿Hay algo en lo que no seas torpe, Wright? —rio mientras mordía el arito que yacía en su labio

—¿Algún día me llamarás por mi nombre? —ataqué rodando los ojos, cansada de lo mismo y su actitud un tanto jocosa.

—Lo hice el primer día en que cruzamos palabras —recordó esbozando una sonrisa con los labios cerrados y diversión en sus ojos.

—Me gustaría que lo siguieras haciendo —suspiré cansada.

Me senté en una de las gradas para poder descansar mis piernas y reposar un poco a causa del cansancio que sentía por haber corrido tanto.

—Es tan aburrido llamar a las personas por sus nombres. —Se sentó a mi lado. Volteé hacia él y no sé cómo ni en qué momento, pero ya tenía entre sus rosados labios un cigarrillo—. El mundo debería tener originalidad y no copia de copias.

𝐁𝐨𝐮𝐥𝐞𝐯𝐚𝐫𝐝┃Tord LarssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora