Capítulo 1

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Pov. _____

Nunca fui una persona que pensara con claridad. Recuerdo que mamá solía decirme que meditar mucho las cosas podía hacer que salieran mal, pero también que sería un error tomar la primera opción sin consultar.

Vivía en Londres, Inglaterra. Sí, en ese país donde la monarquía parlamentaria prevalece y los cambios climáticos nublados y nostálgicos apoderan el ambiente.

Mi casa, que se ubicaba en los suburbios de la ciudad, solo era habitada por mi madre, Lissa Wright, una excelente psicóloga que amaba su trabajo, y por mí. 

Por otra parte, papá nos abandonó a mis dos años de edad, justamente el día de mi cumpleaños. Lo extrañaba. Quiero decir, extrañaba tener una figura paterna, sentir que estaba conmigo esa persona que me pintaban en muchas historias y con la cual podía contar. Sin embargo, tenía a una mujer que nos sacó adelante con todo su esfuerzo, que no se alejó nunca y permaneció a mi lado. Eso para mí era suficiente. 

Me gustaba usar más el apellido materno. En el instituto, todos los profesores me llamaban por ese y les agradecía tanto. El Harker se volvió común. Estudiaba el último año en el campus y aún no tenía planeado en cuál universidad presentaría examen. Estaba segura de querer estudiar diseño gráfico; había tenido debates con mi madre acerca de las licenciaturas, desde las que mejor pagaban hasta las que casi desaparecerían en un tiempo. 

Yo tenía un serio problema con asistir a clases, sobre todo a las primeras, esas que iniciaban a la siete de la mañana. Casi nunca oía la alarma y cuando despertaba, solo uno de mis dos ojos se entreabría. 

Si mi madre entraba a su trabajo temprano, podía llamarle salvación pues de esa forma era ella quien me llevaba hasta la puerta del campus, porque para llegar hasta al establecimiento se necesitaba coger dos autobuses. 

El instituto se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de la carretera, en donde los tráileres y camiones desobedecían las señales. A pesar de el letrero de la velocidad requerida, el peatón y de que existía una comunidad estudiantil, ellos parecían ser libres, sin ningún tipo de señalamiento. 

Habíamos hecho huelga para que se cambiara la ubicación hace unos meses atrás. No obtuvimos respuesta.

Igual odiaba su programa educativo, siempre me quejé de las clases los sábados. ¿Por qué nos hacían sufrir de esa forma?, ¿no era suficiente con las once materias que llevábamos cada año?,¿las quejas de los estudiantes era una forma de vivir para la rectoría? Tal vez. 

De esa manera se movía mi vida quejumbrosa. Sin embargo, me animé a que ese año sería el último en el que llegaría tarde con una mancha de pasta dental en mi blusa, pero fue ese mismo último año cuando mi perspectiva de la vida cambió cuando lo conocí a él: Tord Larsson.

𝐁𝐨𝐮𝐥𝐞𝐯𝐚𝐫𝐝┃Tord LarssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora