Capítulo 4: Un Lugar Que Pueda Ser Llamado Hogar

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Steve tenía la vista pegada al frente, iba conduciendo por las diversas calles de Brooklyn. Lugar donde se crió de pequeño junto a su madre.

Estacionó el auto aún lado de lo parecían departamentos, bajo del vehículo y se dirigió a la parte trasera.

James jugaba con su pequeño peluche de felpa mientras que Nat había quedado profundamente dormida.

-¿que hacemos aquí?-preguntó curioso -¿No ibamos a ir a casa?

-Estamos en casa James, aquí fue donde viví cuando tenía tu edad. Solo que un poco más flacucho.

-Mmm, no creo -argumento el pequeño -Te vez muy grandote y musculoso, no definitivamente no eres un enclenque.

"Un golpe dolía menos, sarcástico igual que su madre. De tal palo tal astilla."

-Bueno hay que entrar, comienza a hacer mucho frío -Steve tuvo que abrir la puerta con una mano ya que con la otra cargaba a su hija.

-¡Woa! Todo se ve muy antiguo, ¿entonces si estuviste en la época de la guerra?-dijo James con emoción.

-Así es -respondió Steve -Esta era la casa en la que solía vivir de pequeño, un chico de Brooklyn. Puedes inspeccionar el lugar si lo deseas, después de todo ahora también es tu casa.

James decidió ir despacio, lo primero que llamó su atención fue la colcha que estaba encima del sillón color café de la estancia.

Iba a proceder a tomarlo, pero se retracto, dirigió una mirada a Steve quien simplemente asintió, dando a entender que le había dado permiso para tocar lo que el quisiera.

Tomo la extensa cobija y le sorprendió lo suave que era, además de un delicioso aroma que inundó sus fosas nasales.

-Galletas -susurro

Puso la manta en su pecho y así se quedó por minutos, oliendo el delicioso aroma que aquella tela desprendía. Definitivamente sería su manta favorita.

-Descansa nena -Steve arropo con cuidado a la pequeña rubiecita, quien había sonreído inconscientemente.

Steve pensó que sería adecuado construir otra habitación, ya que sólo disponía de dos solamente. La que pertenecio a sus padres y que ahora el habitaba, y la que fue la suya cuando era niño.

Dejó descansar a su pequeña, había tenido un día bastante agitado, no sabía que tipos de cosas les habían sucedido. Esa duda aún estaba en su subconsciente.

Quería saber más acerca de los ahora hijos que tenía y que nunca pensó que llegaría a tener, quería preguntarle a James muchas cosas. Pero quizás no era lo adecuado debido al posible trauma de lo sucedido, así como también estaba el hecho de que no tenía su total confianza todavía

Supongo que tendrá que esperar, al menos unos meses, en lo que intentan adaptarse.

-¡Que bonita!-había escuchado cuando salió de la recamara, como la habitación daba a la sala se pudo percatar de que su hijo mayor; James, miraba atento una foto.

-Ella era Sarah -James pego tremendo brinco al escuchar la voz, por lo que inmediatamente puso la foto en su lugar y bajo la cabeza apenado -Lo siento, no pretendía asustarte.

El niño bajo su cabeza apenado, no esperaba que fuese Pillado por sorpresa.

Steve entonces noto que el pequeño hacía algunos movimientos iguales a él cuando estaba nervioso, en pocas palabras era exactamente igual.

-Ella es tu abuela, es bonita ¿verdad?-dijo con una sonrisa nostálgica.

-Si, mucho -respondió por su parte el pequeño pelirrojo. -Su cabello es bonito.

-Lo era, suave y brilloso, algo esponjado —admitió.

—Ahora veo de donde Natty saco ese cabello tan bonito —dijo el pequeño.

Se quedaron así por unos minutos más, admirando el retrato de Sarah Rogers. No fue hasta que un sonido peculiar llamó la atención del nuevo papá haciendo que su hijo cubriera su estómago avergonzado.

Tenía hambre.

—¿Quieres comer algo? ¿Una merienda tal vez?—preguntó cauteloso.

—Sí —fue su respuesta —Tienes Bomba......

—De chocolate —contestó el Rogers mayor acompletando la frase —Nuestra favorita. Sí, ahora mismo la preparo.

—Mamá solía hacerlo cada invierno, y nosotros ayudabamos —contestó —Sentados en una chimenea disfrutando en familia.

Steve no sabía cómo interactuar con él, no sabía casi nada acerca de cuidar niños, tenía miedo. Mucho, este era sin lugar a dudas la misión más grande a la que se haya podido enfrentar.

—¿Cuantos malvaviscos quieres en tu taza?—preguntó sacando los vasos.

—Tres —respondió algo animado.

Steve sirvió dos tazas de chocolate caliente con un toque de malvaviscos, se mantenía sereno viendo como su hijo degustaba del gran manjar a gran velocidad, como si fuesen a arrebatarselo.

—Hey, más despacio —le dijo.

—¡Esto está muy rico!—contestó —Es mejor que la rata de campo y la comida de perro.

Steve por poco se ahoga con lo que estaba bebiendo, ¿había escuchado bien?

—¿Ustedes se alimentaban de eso?—cuestionó un tanto asqueado.

—Si —fue su respuesta, tan corta y tan tajante a la vez —A veces no teníamos que comer, la gente en la desesperación comenzó a comerse a las ratas del campo, una vez encontramos comida de perro en un supermercado abandonado. Sabía a carne..... Estaba rica

Steve pudo percibir el sarcasmo en esa frase del niño, era obvio que eso no era más que una vil mentira, ¿ a quién en su sano juicio le gustaría comer comida de perro?

—¿Más?—pidió el infante al hombre que tenía en frente, quien no se negó en darle otra porción.

Steve en eso se dio cuenta que esa taza no era para él, suponía que era para la pequeña. La cual estaba profundamente dormida, decidió hacerse el tonto y no decirle nada.

—Mañana iremos a comprarles ropa, compraremos víveres y pasearemos por el parque —dijo una vez que vio terminada su taza.

—De acuerdo —fue la respuesta del pequeño, quien demostró sus grandes modales al llevar el mismo la taza caliente en la que había tomado.

—No, no. Déjalo —respondió Rogers al ver que se disponía a lavar su traste —Yo lo lávare mañana temprano, es tarde, hay que dormir.

James asintió, fijo por última vez el retrato que pertenecía a su abuela. Steve sonrio con cariño.

—Si te gusta puedes tenerlo en tu habitación —dijo llamando su atención, él sonrio.

Sin siquiera verlo venir el niño se abalanzó sobre él dándole un abrazo, fue en ese momento que Steve Rogers se percató del estado de desnutrición que presentaba el pequeño.

—Gracias —dijo él separándose y llendo hacia la habitación continua.

—Descansa hijo —susurro al verlo cruzar la puerta.

Steve espero un par de minutos, acercándose con cautela a la puerta de la habitación, donde pudo ver como el rubio movía levemente a su hermana para que despertara.

Tendiendole así la taza espumosa de chocolate caliente, la cual aceptó sin rechistar.

—Ya tienes un nuevo hogar Rogers —susurro para si mismo —No lo arruines.

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Reparar los errores del pasado (The Avengers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora