Capítulo 6

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Un mes después a medio día, Aurelio desembarcó en Río de Janeiro, con dos maletas, sueños y buenos deseos de sus amigos y hermana que dejó en Londres, listo para iniciar una nueva vida como médico oftalmólogo, estaba emocionado y orgulloso de sí mismo, luego de su graduación, muchos profesores le ofrecieron conseguir trabajos en los hospitales donde trabajaban pero él se negó, alegando que en Brasil sería más útil, aceptaron su decisión pero le dijeron que si decidía regresar no dudara en buscarlos pues su oferta seguiría en pie, pues era muy eficiente en su labor, lo habían visto mientras hacía las prácticas en el hospital, mientras bajaba la rampa observó el tráfico del puerto: empleados cargando cajas, vehículos esperando o trayendo personas que abordarían un barco, además hacía mucho calor en especial si estás de saco y corbata como el recién graduado, pero no importaba, quería dar una apariencia profesional y no la impresión de ser un inexperiente.

—Aurelio hijo –llamó Afránio cuando lo reconoció entre la multitud

—Hola papá, mamá –dijo abrazándolo –gracias por venir a recibirme

—Es un placer para mí, además debo aprovechar, cuando seas un médico famoso los fotógrafos no me dejarán y tampoco notarás a tu viejo

—Eso jamás pasaría, jamás podría olvidarlos

—Ay mi amor felicidades –dijo Victoria abrazándolo –cuando recibí tu carta no lo podía creer, di un grito que todos en la casa fueron a ver qué sucedía

—Es cierto, el grito recorrió toda la mansión y ¿quién sabe? el valle

—Afranio no exageres, tenía derecho, no todos los días un hijo se gradúa como doctor, cuando Christine me envíe su carta también gritaré

—No lo dudo

—Por supuesto tenías que traerlo –dijo sonriendo después de escuchar un ladrido que clamaba por atención

Aurelio había traído en el viaje a su perro Basil, un foxhound terrier que rescató hace dos años cuando visitó Surrey con sus padres, una tarde cuando salió a caminar, escuchó un gemido entre los arbustos, cuando se asomó, descubrió a Basil con una herida en su abdomen y muy delgado, sin pensarlo, tomó al perro y se lo llevó al veterinario, quien no le dio muchas esperanzas, pero por gracia de Dios se salvó y salió de la clínica cuatro días después, Aurelio iba siempre a verlo y terminaron encariñándose el uno con el otro, a pesar de las objeciones de Afránio y Victoria se quedó con él y lo nombró Basil, era listo, buen rastreador, fiel compañero, Aurelio lo quería y no imaginaba Brasil sin él, solo esperaba que los empleados no le tuvieran miedo y se acostumbraran a él, pero sería fácil, su mascota solo mordía cuando era necesario y nunca lo había hecho con una persona y esperaba que siguiera así

—No iba a dejarlo en Londres, su lugar está donde yo voy y en el valle tendrá mucho espacio para correr y jugar mientras trabajo, ¿no Basil?

—Hablando del tema, hablamos con los doctores del valle y después de recibir tu carta y te esperan con ansias

—Ay gracias a Dios, tenía miedo de que no quisieran a un novato

—Ellos te conocen y aún recuerdan cuando íbamos a tus consultas y prestabas atención a los instrumentos y lo que hacían, siempre dijeron que tenías vocación de doctor, tu mamá y yo también y no nos equivocamos

—No lo hicieron, llevo un mes siéndolo

—Sí bueno, vamos porque hace mucho calor

—Claro

Las tres personas y el can, se dirigieron al auto que los esperaba para llevarlos al hotel, Aurelio deseaba llegar para descansar y comer, mientras iban en camino Victoria recordó la promesa hecha a su amiga y entonces le dijo a su hijo:

Ojos de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora