Capítulo 8

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Aurelio regresó a su casa cuando sus padres estaban cenando y les contó la historia completa, dejándolos sorprendidos, sobre todo a Victoria quien estaba esperando noticias.

—Cuando tu padre me lo dijo no podía creerlo, ¿qué le pasó? ¿Cómo llegó aquí?

—No lo sé mamá, la encontré junto al río, conversamos y luego la llevé de vuelta a la hacienda, doña Regina estaba alterada, la hubieras visto, lloraba

—No es para menos, su única hija

—Pero la hice entrar en razón y convencerla de volver a su casa, dijo que se fue porque no quería ser una carga para sus padres

—¿Cómo se le ocurre? Regina y Manuel serían incapaces de despreciar a su hija

—Eso mismo le dije, pero cuando alguien tiene una discapacidad muchas veces se siente así, una carga, se vuelven sensibles

—Tienes razón, no es para menos, pero dime, ¿cómo la viste? ¿Crees que puedas devolverle la vista?

—No puedo dar un diagnóstico así nada más mamá, debo revisarla en consulta, evaluar el caso y ver cómo proceder y quizás deba ser en São Paulo la operación pero haré lo que esté en mis manos para curarla porque como dijiste no merece estar ciega, tiene unos ojos muy hermosos que no merecen estar en la oscuridad, ¿sabes cómo fue el accidente?

—Al parecer iba en un carro y cuando adelantó en un cruce otro vehículo los impactó del lado de Julieta, estuvo en coma inducido por dos meses y cuando despertó no veía nada, ha estado así más de un mes, una lucha que apenas comienza

—Pobre, ver durante años y de pronto no, es injusto

—Sí –dijo dándole una cucharada a su plato -¿y te acordaste de ella?

—¿De quién? ¿De Julieta?

—Sí, ustedes se conocen, verás, un verano cuando tenías cinco años, vinimos al valle y nos encontramos y... -dijo mirándolo fijamente

—¿Qué pasó? –dijo Aurelio

—Te interesaste por ella

—Mamá, eso es imposible, a los cinco años nadie se enamora

—Pues tú sí, incluso le regalaste tu pelota favorita para que siempre te recordara, a Regina y a mí nos surgió la ilusión de que ustedes estuvieron juntos

—Pues yo no recuerdo nada, éramos unos niños, seguro ya no tiene esa pelota

—¿Quién sabe? Pero de que hubo amor infantil, hubo

—¿Ella no me dio nada?

—Solo una sonrisa y un abrazo que te dejó muy emocionado, ¿recuerdas Afranio?

—Por supuesto, ¿cómo olvidar cuando mi hijo se enamoró por primera vez? Y te felicito, Julieta era una niña muy linda y ahora es una chica hermosa

—Mamá, papá, no estarán pensando en involucrarnos

—No a menos que ustedes quieran –dijo Victoria –jamás te obligaríamos a casarte sin amor Aurelio, ni a Christine tampoco, pero no te mentiré, me encantaría tener a Julieta como nuera

—Por el momento la consideraré amiga y paciente nada más, estoy dispuesto a examinarla para tener una opinión pero me preocupa que no quiera, ¿es accesible como paciente?

—Regina dice que si se presenta una oportunidad Julieta está dispuesta a aprovecharla, pero le da miedo darle falsas esperanzas y que al final no vea nunca

—Si no se arriesga nunca sabrá, es necesario asumir los riesgos y por lo que vi hoy, Julieta está dispuesta a asumirlo, se atrevió a salir sola de su casa en su estado, no cualquiera se atreve

Ojos de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora