Capítulo 11

68 8 4
                                    

—Bueno señorita, ya está entregada

—Gracias por una tarde tan maravillosa, necesitaba salir de mi casa

A la hora definida, Aurelio llevó a Julieta de regreso a la mansión, fue una hora triste para ambos pues ninguno quería que ese momento terminara, se habían divertido tanto

—Gracias a ti por aceptar la invitación, si gustas podemos repetirlo otro día

—Me encantaría, ¿puede ser el lunes después de la consulta? –dijo mientras recorrían el camino de la entrada

—Vendrás muy cansada, mejor otro día, además tengo otros pacientes

—Está bien –dijo un poco decepcionada

—Te propongo algo –dijo parándose frente a ella en la puerta –después de operarte

—No sabes si podrás

—Cuando te opere –reafirmó –volveremos a esa cascada y podrás verla con tus propios ojos, nadaremos y veremos el atardecer en las colinas del valle junto a Soberano y Emperador, ¿estás de acuerdo?

—De acuerdo

Aurelio abrió la puerta y entraron, condujo a Julieta hasta la sala donde esperaban Manuel y Regina

—Regresaron ya –dijo Regina levantándose y caminando hacia ellos -¿se divirtieron?

—Mucho mamá, la pasé muy bien –dijo sonriendo –Aurelio me llevó a un lugar muy hermoso

—Puedo verlo, hace mucho que no te veía así, tienes un brillo en tus ojos

—Todo gracias a Aurelio, salir con él me hizo mucho bien

—Para mí fue un placer llevarla, es una linda compañía

—Tú también lo eres

Aurelio sonrió con las palabras de Julieta pero su sonrisa se desvaneció cuando vio a Manuel sentado en la sala, tenía una expresión neutra, así que no sabía sus pensamientos, pero sí suponía que no le agradaba, ¿a cuál padre le gusta ver muchachos rondando a su hija? Toleraba su presencia porque existía la probabilidad de devolverle la vista. Regina era otra historia, le demostraba su simpatía, pero tampoco sabía si era por la amistad sostenida con su madre o por otro motivo, pero estaba equivocado, Regina lo trataba así porque quería hacerlo.

—¿Qué cocina Mercedes? Huele delicioso

—Carne de res, ensalada, limonada y... flan de caramelo

—¿Flan de caramelo? –dijo emocionada –Hace mucho que no lo como

—Mercedes sabe que es tu postre favorito

—Sí –se volteó hacia Aurelio y le dijo –debes probar ese flan, te encantará

—Me encantaría probarlo pero después de nuestro picnic no puedo comer nada más

—Bien, pero al menos llévate un poco, no te arrepentirás

—Claro

—Yo voy a comer en mi cuarto, estoy cansada

—Yo te llevo mi amor –dijo Regina

—Y Aurelio, gracias otra vez por este día

—Por nada

Después de pedir el pedazo de flan de caramelo para Aurelio, Regina llevó a Julieta a su cuarto, él las observó subir y cuando se perdieron de vista, Manuel le pidió acercarse mientras esperaban a Mercedes

—¿Cómo la pasó? –le dijo después de un rato

—Muy bien, nos divertimos, reímos, hablamos y nos conocimos mejor, ambos disfrutamos la tarde –dijo sonriendo

—Te creo, cuando entraron parecía a la Julieta del accidente, sonriente y habladora

—No ha cambiado señor Sampaio, la Julieta de antes del accidente sigue ahí, solo debemos hacerla salir

—¿Siempre podrás atenderla el lunes?

—Sí, señor, todo está preparado para cita del lunes me acompañará el doctor Rómulo, un buen especialista, aunque le haremos más estudios, necesito que lleven los registros desde el accidente para revisarlos para luego comparar con los nuevos y de acuerdo con los resultados sabremos a qué atenernos, pero tengo fe de que la operación es factible, mientras estuvimos en el picnic vi sus ojos y no parece tener alteraciones así que si el daño interno es tratable podremos operarla

—¿Lo dices en serio? –exclamó esperanzado

—Sí, pero como usted sabe existe la posibilidad de que la recupere como de que no

—Lo sé Aurelio, pero Regina y yo preferimos aferrarnos a la primera posibilidad nos duele ver a Julieta ciega

—A mí también señor Sampaio, no lo merece, esos ojos merecen ver todo lo hermoso del mundo y como se lo dije en el picnic haré todo lo que esté en mis manos para curarla

—Lo sé chico, lo sé

Manuel cayó en cuenta de que su recelo hacia Aurelio era absurdo, él era un buen hombre que quería ayudar a su hija, supo que exageró al preocuparse por esta salida pues Julieta había vuelto feliz y radiante, decidió confiarle por completo la curación de su hija al recién graduado.

—Mercedes sigue luciéndose con este flan –dijo Julieta mientras Regina le daba cucharadas del postre

—Lo hizo para ti, supuso que ahora sí querrías comerlo

—Sé que hice mal en rechazarlo los primeros días que llegué a casa pero mi ánimo no estaba muy alto, ella solo quería hacerme sentir mejor

—Tienes razón

—Espero que no se moleste por haberle dado a Aurelio

—A Mercedes no le importó descuida, Me alegra que te haya gustado salir con Aurelio

—Sí mamá, es un joven muy agradable

—Tienes razón y fue el incentivo para que salieras del cuarto ayer

—Debía agradecerle, además sería descortés no atender una visita

—Antes de que supieras que era él no querías

—Porque necesitaba darle las gracias ya te dije

—¿Segura de que es por esa razón?

—Aurelio no me gusta, no lo conozco físicamente, solo cuando éramos niños y en realidad no recuerdo de cómo era

—¿Tampoco recuerdas que te gustó?

—¿Cómo?

—Sí, ustedes tuvieron un amor infantil

—Mamá, éramos unos niños, seguro no era más que una amistad

—Para Aurelio no, incluso te regaló una pelota, Victoria me contó que le dijo a Afranio que quería casarse contigo cuando creciera

—¿Casarse conmigo?

—Sí

—¿Y yo?

—No lo sé, pero cuando te dio la pelota, lo abrazaste y le diste un beso en la mejilla emocionada

—¿Todavía tengo la pelota?

—No lo sé, la conservaste un tiempo pero después no sé qué fue de ella

—¿Estará aquí o en nuestra mansión de Sao Paulo?

—No sé mi amor

—Ayúdame a buscarla mamá, quiero mostrársela a Aurelio en nuestro paseo cuando recupere la vista

—Bien, a partir de mañana buscaré, si está aquí la encontraremos

—Gracias mamá –dijo abrazándola

Ojos de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora