Capitulo 23: Ni un hola, ni un adiós

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Kia

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Kia

—Necesito ir a mi departamento primero, no seas terco.

—Pero debes decirme que harás, porque si no, no me desviaré.

Me voltee hacia él y fruncí el ceño incrédula.

—¿Ahora debo decirte lo que haré? —Pregunté.

—No, pero hoy te rapte, y el secuestrador no va a dónde quiere la víctima, la víctima va para donde el secuestrador quiere.

—Solo quiero cambiarme de camisa, ésta me está asfixiando de calor.—Tome una botella de agua y la dirigí a mis labios, tratando de refrescarme

—Siempre podrías quitártela.

Mis ojos se abrieron al instante y sentí como el agua que estaba tomando, bailaba entre el ducto de mi nariz y mi garganta hasta que terminé salpicando algunas gotas en mis piernas.

—No te ahogues, no me puedo casar con una muerta, no me va necrofilia. —Sonrió mientras giraba el volante para redireccionar el auto. Jalé un mechón de su cabello molesta y antes de que pudiera retirar mi mano el tomo uno de mis dedos y lo mordió con suavidad de manera juguetona.

—¡Joder! Ya déjame idiota— Dije entre risas y subí mis pies en el asiento del auto para volver a girarme hacia la ventana.

Ya me había acostumbrado a que cada vez que me subía al auto de Aarón, una canción de Shawn Mendes iba a acompañarnos, ya era como parte de un ritual, así que como ésta vez la radio había permanecido apagada, me estiré un poco y la encendí para que de entrada empezara a sonar Lights on por las bocinas, sonreí y recosté mi cabeza en el asiento hasta que sentí como una mano fría se posaba en mi pierna, voltee hacia un lado y Aarón tenía su mano izquierda acariciando una parte de mi muslo.

Miré una vez más su mano en mi pierna y sonreí levemente al sentir esos dinosaurios voladores arrasar en mi estómago, esa emoción y esa presión en el pecho que sentía cada vez que él estaba cerca o cuando su perfume inundaba parte de mi sistema. Solté un corto suspiro y coloqué mi mano justo arriba de la suya para luego poco a poco meter mi fríos deditos entre los suyos.

Su mano era cálida y extrañamente suave para ser la mano de un hombre. Me gusta, él me gusta

Abrí mi celular buscando la hora y estamos ya en las siete de la tarde, así que aún la noche era joven, todavía había un largo tiempo para recorrer antes de que mi cabeza rebotara en mi cálida almohada, y más aún cuando unas pequeñas gotas empezaron a caer sobre la ventana del auto. Adoro la lluvia, siento que me transmite la paz de su vaivén.

Al cabo de unos minutos ya habíamos llegado al edificio, fue bastante extraño ese momento en el que no supimos como despegar nuestras manos porque ciertamente no queríamos hacerlo, ambos sabíamos que luego de separarlas ninguno de los dos tendría el valor suficiente para volver a unirlas.

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