Realeza AU

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Bruce miraba el pasar del tiempo detrás de su ventana.

A pesar de ser uno de los reyes más poderosos del planeta, el triste caballero oscuro no podía abandonar su reino producto de una maldición. Poner un pie fuera de la enorme ciudadela no solo significaría su muerte, sino también la de todos sus súbditos. Estaba obligado a permanecer recluido en la habitación más alta del castillo, mirando de lejos que había más allá de sus fronteras.

La maldición no era de conocimiento público, por lo que pocos, por no decir nadie, sabían acerca del hechizo que caía sobre la corona de Gotham.

Aun así un ligero halo de esperanza sobrevivía en el orgulloso rey, ansiaba el día que la puerta de su prisión sería abierta y él sería liberado. Aunque por dentro lo considerase imposible.

La maldición solo podía ser rota de una sola forma, que un ser de inmensa pureza atravesara el valle embrujado del lado oeste sobreviviendo a todos los peligros para así subir hasta la escalera de la habitación más alta y abrir la puerta, dejando salir al rey.

Era una misión difícil, casi imposible de lograr y por lo mismo cuando Bruce fue liberado no esperaba que su salvador fuera un niño de doce años, cubierto de rasguños, lágrimas y ropas rotas, con botas de duendecillo y sobrero en forma de pájaro, un robin.

— ¿Cómo llegaste aquí?—preguntó al ver la puerta abierta, lleno de estupor.

El niño lo vio con ojos llorosos, desconfiado.

—No voy a hacerte daño—musito al ver su gesto.

El infante limpio las gotas de agua que caían de sus ojos y aspiro con fuerza por la nariz.

— ¿Dónde estoy?

—En Gotham, mi reino.

Dick abrió los ojos impactado.

— ¿Eres el rey?

—Sí—afirmó levantándose de la silla al lado de la ventana. —Ahora tú contesta mi pregunta ¿Cómo llegaste aquí?

—Y-yo me perdí, estaba huyendo de unos ladrones—dijo tartamudeando—ellos asesinaron a mis padres e iban a hacer lo mismo conmigo, así que hui de mi ciudad hasta llegar aquí. Creí que estaba en metrópolis.

Bruce asintió y se acercó a él lentamente, casi acechándolo.

— ¿Cómo te llamas?

—Soy Richard Grayson, pero me dicen Dick, perdón por entrar sin permiso pero las puertas estaban abiertas y yo... yo quería esconderme donde esos asesinos no me encontraran.

Bruce asintió, levanto la vista y vio la puerta abierta.

Las estelas de magia negra estaban disolviéndose, desapareciendo del pomo que le impedía salir. Al fin era libre.

Era insólito, pero Bruce creía que el demonio que había hechizado su reino jamás imagino que la maldición sería rota por un niño que venia de tierras lejanas buscando refugio.

Una carcajada rota salió de sus labios y se arrodillo al lado del niño, abrazándolo con todas sus fuerzas, sintiendo que el alma se le salía del cuerpo.

—Estarás bien—le prometió—Me has salvado y ahora yo voy a salvarte a ti.

30 Días de tu OTP: BruDickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora