Capítulo 4

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Se levantó a desayunar a la mañana siguiente como si nada hubiera pasado. Besó a su madre en la mejilla dándola los buenos días y luego se sentó a desayunar, arrugando la nariz al ver todo lo que le había puesto su madre.

—No comes nada Bill, estás en los huesos—le riño Simone.

—Anoche salí...y ando algo revuelto—murmuró como excusa.

—No se te habrá ocurrido beber—dijo Simone mirándole con el ceño fruncido.

Resopló como respuesta. No, no había bebido y de hacerlo no se iba a acabar el mundo por ello. Cogió la cuchara y comenzó a jugar con los cereales que flotaban en el bol que tenía delante, mientras su madre le soltaba la charla de los daños que le podía hacer el alcohol.

Levantó la mirada cuando su padre entró en la cocina, murmurando un buenos días. Le respondió con esfuerzo y fijó la mirada en su desayuno. No sabía si David le había llamado cuando salió de la tienda para contarle que había estado esa tarde.

Pero su padre no dijo nada. Dejó que su madre le sirviera el desayuno y empezó a tomarlo con calma. El teléfono sonó y su madre corrió a responderlo, dejándoles a solas a los dos.

— ¿Qué tal te encuentras hoy?—preguntó Gordon mirándole fijamente.

—Mejor, gracias—contestó Bill alzando su mirada.

Gordon esperó a que siguiera hablando, pero le vio morderse los labios con nerviosismo, así que decidió ser él el primero.

—Te pedí que no fueras por la tienda—dijo sin aliento.

—Ya se fue David de la lengua...—resopló Bill.

—No ha hecho falta—le cortó Gordon—Te vi escondido bajo las escaleras cuando salí de la tienda, sabía que esperarías a que me fueras para ver a Tom, a pesar de que te lo prohibí expresamente.

—Tenía que hacerlo, hubo una época en la que fuimos amigos—se defendió Bill—Solo me preocupaba por él, con la gente del pueblo señalándole con el dedo por algo que no ha hecho.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?—preguntó Gordon cruzándose de brazos.

—Porque le conozco—dijo Bill con firmeza—El poco tiempo que pasé con él puede ver como era realmente. Se aplicaba a los estudios, quería obtener el título para marcharse del pueblo y buscarse un futuro. No le creo capaz de hacer daño a nadie...

"Solo a mí, y a sabiendas"—pensó con dolor.

Porque cuando besó a Andreas en la pista de baile, le hizo más daño de lo que se podía haber imaginado. Seguro que le vio en el bar y solo le besó para darle celos.

— ¿Y qué hay de Georg?—preguntó de repente su padre.

Pestañeó y le miró fijamente. Eso mismo se preguntaba él.

—Le has implicado, tenías el capricho de verle y le obligaste a acompañarte. Es un buen chico, lo mejor que te puede pasar. No le dejes escapar, Bill—dijo Gordon levantándose.

Se quedó en silencio, siguiendo jugando con su desayuno hasta que volvió su madre y le riñó de nuevo.




Su segundo día de trabajo no fue tan bueno como el anterior. Echaba de menos la visita de Bill, pero sabía que no se le ocurriría aparecer por la tienda una segunda vez.

Cuando ese día entró a las tres en punto, Gordon Trümper le llamó para que fuera al almacén. Ya pensaba que le iba a caer una buena, que no había dejado las guitarras como él esperaba.

Un solo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora