Capítulo 7

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Notas del capítulo:

toda esta escenita, que empieza en este capítulo y termina en el siguiente esta sacada íntegramente de la novela en la que me baso, añadiendo algo de mi parte y quitando lo que no era importante (y no tenía sentido en esta relación chico-chico)



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El entierro fue al día siguiente. No acudió mucha gente, de hecho nadie. Pero Bill no podía faltar, a pesar de la negativa de su madre. Su padre le apoyó una vez más, y no era ya solo por él. Tom era un niño que acababa de perder a su padre, lo único que le quedaba en ese mundo que tan injusto era con él.

Aún no le había visto nadie. Georg le fue a ver por la noche y le explicó que había recorrido el pueblo de arriba a abajo en vano, nadie le había visto ni sabía dónde se había podido meter.

Se quedó sin habla cuando Georg le dijo que él no pintaba nada en el funeral. Pero eso no le hizo desistir, solo aumentó las ganas que tenía de ir. Quería ver si Tom aparecía, y si no le iría a buscar en cuanto se deshiciera de su madre.

Y en eso estaba en esos momentos. Tom no apareció al funeral, solo estaban él con sus padres, David y un enojado Georg que se preguntaba qué demonios hacía de pie allí parado.

Un par de curiosos miraban desde lejos, pero nadie había ido a despedirse del difunto Jörg Kaulitz, ni siquiera su único hijo.

Tras celebrarse la ceremonia, escuchó como su padre suspiraba sin quitarle los ojos de encima. Sabía de sobra cuál era su plan y no le quedaba más remedio que llevarse a su madre y mirar a otro lado.

Con la excusa de que Bill se iría con Georg, Gordon insistió en comer en el pueblo de al lado con su mujer, dándole a su hijo unas dos horas para levar a cabo su plan. Se despidió de él con un beso en la mejilla, al igual que hizo su mujer y entraron en el coche, que salió del cementerio derrapando.

— ¿Te llevo a algún lado?—preguntó Georg acercándosele.

Bill asintió en silencio y entró en su coche. No había necesidad de decir a donde quería ir, y Georg aparcó delante de la tienda que su padre había cerrado por ese único día.

— ¿Le vas a ver?—preguntó Georg apagando el motor.

—Tengo que hacerlo, está sufriendo—contestó Bill saliendo del coche—Gracias por traerme...y comprenderlo.

Georg se le quedó mirando en silencio. ¿Acaso él no estaba también sufriendo? ¿Quién había dicho que lo comprendía?

Subió las escaleras con rapidez. Había visto luz en el apartamento y se moría por ir a consolar a Tom. Si se muriera su padre, no sabía cómo lo podría soportar él, y Tom no tenía a nadie.

Se paró ante la puerta y llamó con suavidad sin pensárselo dos veces. Pegó un bote cuando fue abierta de golpe, retrocediendo un paso al ver a Tom ante él, tambaleándose y aferrándose al manillar para no caer. No faltaba mucho para que se cayera, de lo borracho que estaba.

—Vaya, si es Bill Trümper—siseó Tom mirándole sin dejar de sonreír de pies a cabeza—Pasa, pasa.

Abrió más la puerta y se dio media vuelta, tropezando con la alfombra y casi cayéndose. Gracias a que recuperó el equilibrio no cayó al suelo. Siguió andando haciendo eses por el camino y se dejó caer en el sofá resoplando.

Un solo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora