Capítulo 9

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Cuando recuperó al fin las fuerzas que el orgasmo le robó, se movió debajo de Tom. Bajó las piernas y se incorporó haciéndole salir de su dolorido cuerpo. Le costó hacerle rodar sin despertarle y le vio cómo se acomodaba en el suelo sobre el que estaba durmiendo.

Se levantó con lentitud dejando escapar un débil gemido. Había sido su primera vez y Tom no había sido muy delicado que digamos. Aunque no lo sabía, y él no había tenido tiempo de decirle que era virgen y que le tratara con cariño.

Dejando a un lado eso, le había gustado. Y mucho. Había disfrutado con cada caricia suya y aunque se pudo haber negado, no lo hizo. Era lo que llevaba años deseando, y cuando vio la oportunidad de hacer su sueño realidad, no se lo pensó dos veces.

Recuperó su ropa, tirada por el suelo del salón y se vistió con toda la rapidez que su dolorido cuerpo le permitió. Se giró una vez vestido y cogiendo una manta que colgaba del respaldo del sofá se la echó a Tom por encima. Se inclinó y apartándole unos mechones de la cara le besó con suavidad en la mejilla, sintiendo como su barba le hacía cosquillas en los labios.

Se incorporó y salió del apartamento. Caminó hasta su casa sin poder evitar sonreír por el camino, recordando lo bien que se había sentido en esos fuertes brazos que le cogieron con fuerza y no le soltaron.

Estaba a punto de abrir la puerta cuando una voz le llamó. Se volvió y maldijo por lo bajo al ver a Georg. Instintivamente, se pasó las manos por su largo pelo, sintiéndolo revuelto tras haber estado rodando por el suelo.

—Quería ver si estás bien—murmuró Georg sin moverse del sitio.

Suspiró y se le acercó. Era ya casi la hora de cenar y sus padres ya deberían estar en casa, no quería que de repente se abriera la puerta y les pillaran teniendo una conversación muy privada.

— ¿Lo estás?—insistió Georg cuando se le acercó.

—Si—susurró sin atreverse a alzar la mirada—Estaba muy preocupado por Tom, su padre ha muerto y necesitaba...consuelo.

—A saber qué tipo de consuelo—se le escapó a Georg.

Bill le fulminó con la mirada. No le gustaba que pensara eso, por más que fuera cierto. Pertenecía a su privacidad, le dolía que él o cualquiera pensara que entre él y Tom había algo más que una bonita amistad.

—Lo siento, es que no puedo evitar preocuparme por ti—se disculpó Georg pasando por su lado —Solo espero que sepas lo que haces, y tengas mucho cuidado.

Caminó calle abajo sin volver la vista atrás. No le había perdido, porque nunca le había conseguido. En el fondo, Bill siempre esperó a que Tom regresara. Y cuando lo hizo, no le importó dejarle tirado a un lado del camino.

Entró en casa mordiéndose los labios, le dolía ver a Georg de esa manera pero no podía hacer nada para que se sintiera bien. Escuchó que su madre le llamaba desde la cocina y entró en ella resoplando. Le dolía todo el cuerpo, más de cintura para abajo. Se sentó a la mesa pero apenas probó bocado, lo que le costó otra riña de su madre.

Echó una ligera mirada a su padre, pero no salió en su ayuda esa vez. Le veía con la vista fija en su plato, cenando sin decir nada. Fijó la suya en sus manos, su padre sospechaba algo y él se sentía muy avergonzado.

Subió a su habitación cuando su madre se cansó de hablar en vano y tras darse una ducha caliente se metió en la cama suspirando. Era la primera noche que dormiría con una amplia sonrisa en los labios....




Era ya hora de irse a casa, pero se quedó. Quería ver si Tom bajaba a trabajar, más bien quería ver si estaba bien o necesitaba unos días libres. Escuchó abrirse la puerta de la tienda y alzó la mirada, viéndole entrar como si nada hubiera pasado.

Un solo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora