Capítulo 13

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La noticia se extendió como la pólvora. Habían encontrado un cuerpo tirado en mitad del camino. Fue identificado al momento como el del joven Andreas, asesinado de una manera macabra. Todos enseguida sacaron sus propias conclusiones y a la policía no le quedó mas dudas. Corrieron a detener a la única persona culpable de haber cometido un crimen parecido, le esposaron y encarcelaron sin escuchar sus palabras.

Primero llamaron a Gordon Trümper, estaba bajo su custodia y tenía que ser el primero en saber que Tom iba a volver al reformatorio del que nunca debió salir. Aceptaron a regañadientes que él les acompañara y hablara con el chico primero, pero en cuanto le vieron bajar por las escaleras no se pudieron contener y corrieron a esposarle antes de que echara a correr.

Ignoraron los gritos del otro muchacho, que entre lágrimas les pedían que le soltaran, que no había hecho nada malo. Dejaron que Gordon Trümper se encargara de su histérico hijo mientras que ellos se llevaban a Tom preso.

—Papá, quiero acompañarle—suplicó Bill llorando sin poderlo evitar.

No podía entender lo que estaba pasando. Casi ni podía respirar al ver como trataban con tanta crueldad a Tom, metiéndole a empujones en el coche patrulla y arrancando a toda pastilla por si se le pasaba por la cabeza detenerlos él mismo con sus propias manos. ¿Cómo hacerlo, si se mantenía aún de pie porque su padre le cogía con firmeza por un brazo?

Se sentía a punto de desfallecer, pensando que había perdido a Tom de nuevo, y esa vez sería para siempre.

—Por favor papá....—suplicó entre sollozos.

—Vamos a casa, no podemos hacer nada—dijo Gordon con pesar.

Arrastró a su hijo hasta el coche que había dejado aparcado con el motor en marcha. Condujo hasta casa en silencio, escuchando los sollozos que se le escapaban a su hijo mientras pensaba que lo que había dicho no era del todo cierto.

En cuanto le dejara en casa iría a la comisaría a prestar todo el apoyo a ese chico al que nadie quería ver en su pueblo. En el fondo sabía que era inocente, su hijo le había demostrado que era una buena persona y se podía confiar en él.

Llegaron a la casa y le ayudó a bajar del coche. Su mujer abrió la puerta nada más verlos, desde que les explicaran la situación la policía ella tampoco había podido parar de llorar, pensando que su único hijo estaba en compañía de un asesino.

—Bill, cariño—llamó Simone corriendo a abrazar a su hijo.

—Mamá...Tom es inocente...—sollozó Bill contra el pecho de su madre.

—Estás muy afectado, no sabes de lo que hablas—susurró Simone consolando a su hijo.

Quiso soltarse, coger aire y expulsarlo en un fuerte grito. Nadie le escuchaba, no paraba de repetir que Tom no había hecho nada, pero sus palabras caían en oídos sordos.

—¡Él no lo hizo!—gritó desesperado.

—Voy a comisaría, debo hacer algo por Tom—dijo Gordon con firmeza.

—Por favor, déjame ir contigo—susurró Bill mirándole con las mejillas bañadas en lágrimas.

—No Bill, quédate en casa y luego te cuento que ha pasado—negó Gordon con firmeza.

—Allí no haces nada, y Tom es culpable. Gordon, deja que se lo lleven—intervino Simone muy nerviosa.

—Es inocente—repitió Bill con firmeza mirando a su madre.

—No sabes de lo que hablas, cariño. Vete a la cama, estás muy trastornado—intentó Simone calmar a su hijo.

—Él no fue—insistió Bill sin moverse del sitio.

Un solo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora