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"No hay satisfacción en la venganza a menos que el culpable encuentre modo de saber de quién es la mano que lo fulmina y cuál la causa del castigo"

Antes de guardar el libro en mi mochila, marco esa frase y intento recordarla con claridad. Había leído todo el camino en carretera, ya me había dado una leve migraña por el uso de los anteojos. Miré al frente, Ingrid conduce plácidamente, se le ve tan apacible aún cuando conduce a un lugar totalmente desconocido.

Nuevos comienzos, es lo único de lo cual me ha hablado éstos últimos días, sin embargo, los días y las horas son iguales para mí desde hacía un par de años atrás. Es un limbo difícil de describir, estaba perdida dentro de mi propia existencia. Estaba harta de la falsa modestia de muchas personas, me hacían sentir que era una eterna víctima a la cual se le debía tener un trato diferente únicamente por las circunstancias. ¿Será posible vivir eternamente en un estado somnoliento? Quizás si, nunca sabré si llevo allí mucho tiempo, no estoy consciente, vivo pero no siento.

Ingrid me miró a través del espejo retrovisor, alzó la ceja, gesto que ya sabía que hacía siempre que algo no le parecía bien.

- El lugar a donde vamos a vivir es muy lindo, es boscoso y el clima es agradable. En invierno se llena de nieve, quizá sea la primera vez que veas nieve en tu vida-

- Espero que sea mejor, era esto o vivir en Barcelona-

- Lily, era solo una idea-

Elisa, me llamo Elisa, no Lily. Pero, Ingrid llevaba más de cuatro años intentando ponerme un sobrenombre que se sintiera íntimo para ambas, por lo menos había dejado de decirme "niña". No suelo hablar mucho, preguntar mucho o opinar mucho, Ingrid estaba más que acostumbrada.

- Se que no somos muy unidas, Elisa, pero quisiera aconsejarte. Aislarse no ayuda a sanar, quizá aprendes mucho de tí misma, pero no te ayudará a sentirte plena o felíz-

Miré a la ventana, no tenía nada qué opinar sobre eso. Para algunas personas, estar presentes es algo bueno, para estar bien primero hay que estar, pero, ¿Qué pasa si no puedes estar? Me pasaba seguido. La realidad es difícil, no es miedo a la confrontación de lo que en verdad pasa, sino protegerse dentro de uno mismo, intentado resguardar lo que queda. Tenía mucho que pensar en el camino a mi nuevo hogar por un tiempo desconocido, solo podía ver pinos y una carretera que cada vez se iba llenando más de baches, agujeros y animales que aparecían inesperadamente.

Habíamos llegado, no estaba sorprendida, pero tampoco disgustada. El gobierno es quien se encarga de las viviendas que nos han entregado, siempre una era peor que la anterior. En una ocasión, estuvimos casi un año viviendo en un departamento en donde cada vez que apagabas la luz del baño, sonaba el timbre.

Ingrid bajó mi maleta, siempre es la más ligera, podría decirse que toda mi vida se resume en una maleta semi llena. Entramos a la casa y el olor a humedad era familiar, una pubertad entera entrando en casas viejas me había causado un extraño afecto al olor a armario viejo.

Empecé a tronar mis dedos, como un ligero tic nervioso que había adquirido mucho tiempo atrás, lo cual Ingrid sabía que hacía ante una situación que me causaba disgusto.

-Puedes lastimar tu cartílago, por favor, detente-

Me dijo, reprendiendo con la mirada. Miré a todos lados sin mucho interés en la situación. Tenía que vivir allí, en un lugar lejos de todo y de todos. No era la persona más social del mundo, pero al menos donde había vivido antes tenía una biblioteca y parques que me gustaba visitar.

Ingrid había comentado que tendría una habitación grande con una ventana que daba al bosque. Era interesante, los paisajes boscosos siempre me generaban una especie de nostalgia sin sentido, ya que nunca había vivido antes en un bosque. Viví en ciudades grandes toda mi infancia, viajando de un barrio a otro.

Cuando al fin pude ver mi habitación, empecé a recapacitar sobre lo que hasta ahora tomaba como comodidad . Una habitación pequeña, con la ventana ya mencionada y muchos muebles más viejos que mis antepasados.

Caí en la cama, solo para ponerme audífonos y pensar en cuándo habría un día donde mis migrañas me permitieran dejar de pensar. Mis sentimientos eran difusos, inestables y sofocantes. Probablemente nunca hablaría de ello con nadie. Contar las manchas de humedad en el techo sobre mi cama me ayudaría a conciliar el sueño. Lo último que pude recordar, fue un encargo que me había hecho Ingrid una noche antes.

"Al llegar a la nueva casa, te toca comprar comida al día siguiente"

Sofocante, definitivamente.

El Círculo de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora