Es un lugar frío, donde voy cayendo lentamente. Se siente como agua, helada, que me paraliza y no me permite ver nada más que una oscuridad que me consume mientras siento que me separo de mi cuerpo. Grito, pero no tengo voz, no tengo el control. Apenas audible, alguien me llama. Es cálido, cercano, se siente conocido. Como llegar a casa después de un viaje muy largo, encontrar un juguete de tu infancia o recordar una canción de tiempos más jóvenes. Pero apenas deseo ver de dónde proviene...Despierto.
El sol daba en mi cara, apenas y podía ver con claridad. Era de día. Lo cual significaba que debía cumplir con mis obligaciones. Tomé un baño y decidí bajar a revisar si Ingrid estaba allí, pero se había ido. Pensé que probablemente estaba organizando documentación legal sobre la mudanza. Ya que, no era mi familiar y moverse por el país con un adolescente que no tiene tu genética puede verse sospechoso.
No sabía nada sobre ese abandonado pueblo, no había más que tiendas cercanas y una escuela muy grande donde iba a estar cursando al menos dos años. El gobierno había insistido en no exponerme a la vida pública al menos por un tiempo.
El aire me daba una sensación de nostalgia, como algo conocido pero que a la vez estaba tan oculto en mi propia mente que no lograba recordar. Ese raro sentimiento de ver algo, oler algo, escuchar algo que te transporta a otra época de tu vida, que quedó tan enterrada en tus recuerdos que solo puedes llegar a ella por algún momento clave. Eso para mí, era estar en ese pueblo. Sentía recordar el ambiente, los sonidos y el aroma. Se sentía cercano.
Salí temprano de la nueva casa, quería alcanzar un autobús que me llevaría hasta el lado del pueblo donde había un mini supermercado. Los teléfonos tenían poca señal, habían muchos radios en la zona y yo me sentía como un náufrago incomunicado que habla con las piedras para no perder la cordura.
Había vivido en New York durante un año, cuando Ingrid quiso abrirse puertas en el área de terapia para parejas. Todo salió muy mal, pero me acostumbré al bullicio de la ciudad, los locales grandes, todo novedoso y extenuante.
Pensaba en ello mientras iba en el autobús, que iba quizá demasiado vacío. Me imaginé que no habían muchos habitantes en ese pueblo, estaba muy adentrado en las montañas, muy lejano a todos los condados grandes y era una zona muy boscosa.
Bajando del autobús, debía cruzar una gran calle, por lo que pasé sin darle mucha importancia, porque las calles que había visto hasta ahora habían estado vacías. Sin embargo, de repente todo fue caos.
Escuché venir un auto a toda prisa, no veía claramente, solo sentí como tapaba mis oídos. Algo me empujó, muy fuerte, sentí cómo caía al piso, del otro lado de la calle. No pude pensar, solo escuchaba un ligero pitido en mis oídos y el golpe me había dejado inmóvil. Me dolía el impacto en la cadera, me sentía adormecida y desorientada. Empecé a sentir pánico.
Pero pude sentir algo más. Un olor, un aroma familiar. No, no era algo desconocido. Mi corazón dio un vuelco al mil por hora, como si de pronto hubiera recordado algo importante que había olvidado hace mucho tiempo. Un calor, una sensación de calidez, ¿Estaba quizá loca? No lo sabía, pero estaba segura. Mil cosas pasaban por mi mente, pero esa sensación la conocía. Sentí que después de mucho tiempo, había encontrado algo que estaba buscando. Lágrimas querían salir de mis ojos al percibir ese aroma y una extraña emoción me envolvía.
- ¿Estás bien?-
Me dijo quien me había empujado, pero su voz me dejó paralizada. No podía hablar, había quedado muda. Esa voz, la reconocía de algún sitio. Se sentía tan cercana, de pronto tuve unas ganas enormes de llorar sin explicación alguna. Sabía que había tenido un accidente, pero no era eso lo que me causaba ese golpe en el pecho. Era algo más, algo más profundo que probablemente nunca sabría explicar. Mis lágrimas seguían brotando solas, pero solo tomé aire por un momento para intentar hilar unas palabras-
- Estoy bien, ya estoy bien-
Le dije. No podía mirarlo, no podía ver su cara. Sabía que si lo hacía, no sabría qué decir. Abrí los ojos, giré a verlo y ahí estaba. No sabía quién era, no sabía su nombre pero podía decir que lo conocía sin hacerlo. Me miró, por un momento, parece que ambos quedamos sin palabras. Me brotaron un par de lágrimas más sin explicación. Él solo miraba sin decir una palabra, parecía petrificado. Logró exhalar y decir unas cortas palabras con una voz nerviosa y acalorada.
- Espero puedas irte sin problemas, las calles están muy locas recientemente. Ten cuidado, ¿De acuerdo?-
- Si, gracias-
En ese momento, se fue. Quería decirle algo más, quise ir tras el y preguntar su nombre pero no hice nada. Estuve pensando todo el trayecto al ir de compras. Pensé que me salvó quizá la vida y no le dije más que un gracias. También que era extraño que hubiera llegado a ayudarme, pues cuando iba caminando en la calle no pude ver a nadie cerca. No era yo misma, llegué a la conclusión de que el accidente me dejó en estado de "shock" y debido a ello, imaginé sentimientos encontrados tan extraños cuando lo vi. El auto huyó de la escena.
Pero esto era mentira, al menos un poco. Me conocía bien, muy bien. Había estado en situaciones muy difíciles antes, pero jamás en un momento como ese. Lágrimas brotando de la nada, esa sensación de nostalgia rodeada de tristeza, ¿Quién era? Causaba algo raro en mi ser y empezaba a dudar de mi propia salud mental, si es que alguna vez la tuve.
Mi día pasó sin más amenazas a mi integridad o problemas, sin embargo, no pude dejar de pensar en lo ocurrido en la tarde. Incluso cocinando estaba taciturna, por lo que Ingrid terminó tomando el control de la situación. Ella no solía hacer más preguntas de las necesarias, así que eso estaba bien para mí. Decidí no decirle sobre el accidente, tal vez, también decidí no hablar más de ello conmigo misma. El dolor que sentía en el cuerpo no se había ido, pero Ingrid no había notado que subía las escaleras con la espalda encorvada y velocidad de abuela.
Terminé mi cena, fui a mi nueva habitación y logré encontrar mi "Walkman" junto con mi música, que era mi propio tesoro. Esperaba que eso me hiciera pensar un poco menos. Un poco menos en ese chico, de cabello largo, de ojos extraños, y apariencia tan familiar. No pude evitar sacar mi cuadernillo de dibujos, empezar a trazar, todo para que al final saliera él.
En ese momento, con mis manos llenas de manchas de tinta y las rodillas acalambradas, no sabía que siempre había sido él.
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El Círculo de Fuego.
Romance"La vida toda es una gran cadena cuya naturaleza se manifiesta a la sola vista de un eslabón aislado"-. Arthur Conan Doyle.